skyscraper

skyscraper


    Выберите язык
    flag-widget
    flag-widget
    flag-widget
    flag-widget
    flag-widget
    flag-widget
    flag-widget

    Используйте «aristocrático» в предложении

    aristocrático примеры предложений

    aristocrático


    1. gobiernosmonárquico, aristocrático i democrático, probando que en los


    2. en aquel rincón aristocrático, elegante, donde se reunían los hombres de mundo (en Vetusta el


    3. Refugiábanse en el círculo aristocrático, dondetambién


    4. origen aristocrático en laslíneas finas de la proa, la esbeltez de


    5. de introducirse en el dialectoelegante y aristocrático de Madrid


    6. el tributo,trabajo que en cambio le da fuero sobre uso de chaqueta, asiento enla principalía, voto en las deliberaciones, media firma en informesde conducta, y sobre todo el oir llamar con cierto respeto á su caraconsorte el aristocrático


    7. Ahí terminaba en teoría su trabajo, ése era en teoría el final del espectáculo, pero para entonces Suárez ya se había creído su personaje y estaba exultante, navegando en la ola más gruesa del tsunami de sus éxitos, así que nada le hubiera parecido tan absurdo como abandonar el cargo con el que había soñado desde siempre; puede que ése hubiera sido sin embargo el propósito del Rey y Fernández Miranda al entregarle el papel estelar en aquel drama de seducciones, medias verdades y engaños, seguros como estaban quizá de que el chisgarabís encantador y marrullero se quemaría en el escenario, seguros como estaban en cualquier caso deque sería incapaz de manejar las complejidades del estado en condiciones normales, y más aún tras unas elecciones democráticas: una vez convocadas éstas y concluida su tarea, Suárez debería retirarse tras el telón, entré aplausos y muestras de gratitud, para ceder la gracia de los focos a un verdadero estadista, tal vez el propio Fernández Miranda, tal vez el eterno presidenciable Fraga, tal vez el vicepresidente Alfonso Osorio, tal vez el culto, elegante y aristocrático José María de Areilza


    8. Pese a ello, es probable que durante esa época de desastres -mientras se acercaba el momento de su renuncia a la presidencia y el momento del golpe militar y se imaginaba a sí mismo en el centro del ring, ciego y tambaleándose y resollando entre el aullido del público y el calor de los focos, políticamente hundido y personalmente roto-Suárez se imbuyera más que nunca de su papel aristocrático de hombre de estado progresista, cada vez más convencido de ser el último baluarte de la democracia cuando todas las defensas de la democracia se derrumbaban, cada vez más seguro de que las innumerables maniobras políticas emprendidas contra él entreabrían las puertas de la democracia a los enemigos de la democracia, cada vez más profundamente investido de la dignidad de su cargo de presidente de la democracia y de su responsabilidad como hacedor de la democracia, cada vez más incorporado el personaje a su persona, como un Suárez inventado pero más real que el Suárez real porque se sobreponía al real trascendiéndolo, como un actor a punto de interpretar la escena que lo justificará ante la historia escondido tras una máscara que antes que ocultarlo revela su auténtico rostro, como un Emmanuele Bardone ya convertido sin retorno en el general De la Rovere que en la tarde del 23 de febrero, en el momento de la verdad, mientras las balas zumbaban a su alrededor en el hemiciclo del Congreso y los diputados buscaban refugio bajo sus escaños, hubiera permanecido en el suyo en medio de aquel estruendo de batalla para aplacar el temor de sus compañeros y ayudarles a encarar el infortunio con estas palabras: «Amigos, os habla vuestro presidente


    9. Su rostro, cortés y desprovisto de toda expresión, era uno de los que se encontraban por decenas en aquel aristocrático barrio de Londres


    10. Tan aristocrático era el porte del conde, que hubiera parecido una herejía siquiera insinuar que su padre había sido un oscuro vendedor de granos en Nantes, lo cual, todo sea dicho, era la pura verdad)

    11. Su servicio, supuestamente aristocrático, tenía muchos privilegios de los cuales Kiss y Thule, sus contrapartes, no disponían


    12. Todo tiene el toque del impudor aristocrático, gracias al cual percibo la fabulosa vida de los H


    13. Su habitación era bastante más espaciosa que la de ella, y sobre el escritorio tenía un retrato de una señora de aspecto aristocrático y algo severo, que no podía ser otra que su madre


    14. En apariencia, era hombre de un tipo que no podía ser más aristocrático: alto, con nariz recta y ojos grandes, de ademanes lánguidos y sin embargo corteses


    15. El maestro asintió, puesto que su interlocutor lucía el amarillo y el rojo, tanto en las ropas, como en los adornos y en la máscara, y ya sabía lo suficiente de las proporciones entre ambos como para haber colegido que debía de ocupar algún cargo menor al servicio del Ras: el gran consejo de los armas; una especie de asamblea de ferales que era el contrapeso al poder aristocrático de la gente-león


    16. De este patrimonio se lucraba especialmente el alto clero de origen aristocrático y sólo las migajas llegaban al proletariado eclesiástico, el bajo clero integrado por curas de misa y olla tan ignorantes como el pueblo al que servían


    17. Con el tiempo y las generaciones, se convertiría en «Vimal», o algo así, e incluso podría llegar a considerarse un nombre aristocrático


    18. El embajador de Tolnedra era un hombre cínico, nariz aguileña y porte aristocrático


    19. Respecto á los niños, ambos eran hermosos y estaban dotados de una gracia que no excluía la expresión de cierto desdén aristocrático: tenían esa viva coloración, esa frescura de la mirada y esa transparencia de carnes que presagian las costumbres puras, la regularidad en el régimen de vida y en los trabajos y diversiones


    20. En la mañana siguiente a la ejecución el 23 de agosto de 1927, se descubrió que había sido insertada una hoja de papel en todos los diarios y revistas de la sala de lectura del aristocrático club

    21. Por lo general nuestras leyes no son conocidas, sino que constituyen un secreto del pequeño grupo aristocrático que nos gobierna


    22. El caballero de pelo blanco se irguió, alto y silencioso, con los ojos cerrados y la boca cerrada en un gesto aristocrático


    23. Fecha de la primera guerra púnica, ¿cuándo invadió Aníbal la península Ibérica tras cruzar los Alpes?, ¿en qué año murió Julio César?, ¿en qué se diferencia un gobierno aristocrático de uno oligárquico?, ¿qué nombre reciben los hidrocarburos saturados?, ¿cómo se llama la cetona cuya fórmula es CH3-CO-CH3?, ¿quién tradujo la Biblia al alemán?, ¿nombre tres novelas de Blasco Ibáñez?, ¿quién fue la madre del emperador Carlos V?, ¿quién elaboró la máxima «la imaginación no sabría inventar tantas y tan diversas contradicciones como existen naturalmente en el corazón de cada uno»?, ¿qué es, según Husserl, la epogéfenomenológica?, ¿quién dijo «Zamora no se ganó en una hora»?, ¿con qué producto químico se fabricó en 1948 el primer transistor?, ¿en qué año se firmó el alto al fuego que dividió a las dos Coreas en forma permanente?, cómo se llamaba la sacerdotisa de Apolo que daba los oráculos en el templo de Delfos, qué nombre se adjudica a las plantas de una de las dos clases de fánerógamas que tienen un solo cotiledón en la semilla, qué relación existe entre Gandhi y la masacre de Aniristar, «Estoy seguro de que él es culpable», ¿es un enunciado dir1ctivo, asertivo, declarativo, compromisorio, o expresivo?; analice la siguiente situación comunicativa y marque la opción correcta: «Un destacado periodista entrevista al futbolista del año y lo compara con grandes jugadores de todos los tiempos como Pelé o Maradona


    24. Un poco por su posición geográfica en el interior del Peloponeso, un poco por la composición racial de sus ciudadanos, todos de tronco dorio y por ende guerrero, que jamás se habían fusionado con los indígenas, que permanecían en la condición de siervos y apartados de toda participación, hacían de ella la ciudadela del conservadurismo aristocrático y rural


    25. » Aristóteles asegura que había un club aristocrático cuyos miembros se comprometían bajo juramento a obrar contra la colectividad


    26. El gran realizador de aquella empresa fue un tirano, Gelón, que se instaló en el poder a consecuencia de una revolución democrática que derrocó al viejo régimen aristocrático y conservador


    27. Gracias a nuestra semibarbarie de cuerpo y de deseos tenemos accesos secretos a todas partes, accesos no poseídos nunca por ninguna época aristocrática, sobre todo los accesos al laberinto de las culturas incompletas y a toda semibarbarie que alguna vez haya existido en la tierra; y en la medida en que la parte más considerable de la cultura humana ha sido hasta ahora precisamente semibarbarie, el «sentido histórico» significa casi el sentido y el instinto para percibir todas las cosas, el gusto y la lengua para saborear todas las cosas: con lo que inmediatamente revela ser un sentido no aristocrático


    28. Confesémonoslo por fin: lo que a nosotros los hombres del «sentido histórico» más difícil nos resulta captar, sentir, saborear, amar, lo que en el fondo nos encuentra prevenidos y casi hostiles, es justo lo perfecto y lo definitivamente maduro en toda cultura y en todo arte, lo auténticamente aristocrático en obras y en seres humanos, su instante de mar liso y de autosatisfacción alciónica, la condición áurea y fría que muestran todas las cosas que han alcanzado su perfección


    29. Esto es lo que hoy ocurre: ¡no nos engañemos sobre ello! En todos los lugares en que el espíritu industrial obtiene la victoria sobre el espíritu militar y aristocrático la mujer aspira ahora a la independencia económica y jurídica de un dependiente de comercio: «la mujer como dependiente de comercio» se halla a la puerta de la moderna sociedad que está formándose


    30. Se hallan emparentados, radicalmente emparentados, en todas las alturas y profundidades de sus necesidades: es Europa, la única Europa, cuya alma, a través de su arte multiforme y tumultuoso, aspira a ir más allá, más arriba, y tiende – ¿hacia dónde?, ¿hacia una nueva luz?, ¿hacia un nuevo sol? ¿Mas quién expresaría exactamente lo que todos esos maestros de nuevos medios lingüísticos no supieron expresar con claridad? Lo que es cierto es que a ellos los atormentaba un mismo Sturm und Drang` [borrasca e impulso], que ellos buscaban del mismo modo, ¡esos últimos grandes buscadores! Todos ellos dominados por la literatura hasta en sus ojos y sus oídos -los primeros artistas dotados de una cultura literaria mundial -, la mayoría de las veces, incluso, también escritores, poetas, intermediarios y amalgamadores de las artes y de los sentidos (Wagner, en cuanto músico, es un pintor, en cuanto poeta, un músico, en cuanto artista sin más, un comediante); todos ellos fanáticos de la expresión «a cualquier precio» – destaco a Delacroix, el más afín de todos a Wagner -, todos ellos grandes descubridores en el reino de lo sublime, también de lo feo y horrible, y descubridores aún más grandes en el producir efecto, en la puesta en escena, en el arte de los escaparates, todos ellos talentos que superaban en mucho a su genio -, virtuosistas de pies a cabeza, dotados de inquietantes accesos a todo lo que seduce, atrae, coacciona, subyuga, enemigos natos de la lógica y de las líneas rectas, ávidos de lo extraño, exótico, monstruoso, curvo, de lo que se contradice a sí mismo; como hombres, Tántalos de la voluntad, plebeyos llegados a la cumbre, que se sabían incapaces, en la vida y en la creación, de un tempo [ritmo] aristocrático, de un lento, – piénsese, por ejemplo, en Balzac – trabajadores desenfrenados, casi destructores de sí mismos mediante el trabajo; antinomistas y rebeldes en las costumbres, ambiciosos e insaciables, carentes de equilibrio y de goce; todos ellos, en fin, prosternados y arrodillados ante la cruz cristiana (y esto, con toda razón: pues ¿quién de ellos habría sido suficientemente profundo y originario para una filosofía del Anticristo?-), en conjunto una especie temerariamente audaz, espléndidamente violenta de hombres superiores, que volaba alto y arrastraba hacia la altura, especie que hubo de empezar por enseñar a su siglo – ¡y es el siglo de la masa! – el concepto de «hombre superior»… Que los amigos alemanes de Richard Wagner decidan por sí mismos si en el arte wagneriano hay algo alemán de verdad, o si no ocurre que lo que cabalmente distingue a ese arte es el provenir de fuentes e impulsos supraalemanes: y en esto no se infravalore el hecho de que, para que se formase del todo el tipo de Wagner, resultó indispensable justamente París, hacia el cual le mandó aspirar en la época más decisiva la profundidad de sus instintos, y que toda su manera de presentarse, de hacer apostolado de sí mismo, sólo pudo alcanzar su perfección a la vista del modelo de los socialistas franceses

    31. El hombre aristocrático separa de sí a aquellos seres en los que se expresa lo contrario de tales estados elevados y orgullosos: desprecia a esos seres


    32. En primer plano se encuentran el sentimiento de la plenitud, del poder que quiere desbordarse, la felicidad de la tensión elevada, la consciencia de una riqueza que quisiera regalar y repartir: -también el hombre aristocrático socorre al desgraciado, pero no, o casi no, por compasión, sino más bien por un impulso engendrado por el exceso de poder


    33. El hombre aristocrático honra en sí mismo al poderoso, también al poderoso que tiene poder sobre él, que es diestro en hablar y en callar, que se complace en ser riguroso y duro consigo mismo y siente veneración por todo lo riguroso y duro


    34. – Una última diferencia fundamental: el anhelo de libertad, el instinto de la felicidad y de las sutilezas del sentimiento de libertad forman parte de la moral y de la moralidad de esclavos con la misma necesidad con que el arte y el entusiasmo en la veneración, en la entrega, son el síntoma normal de un modo aristocrático de pensar y valorar


    35. Entre las cosas que tal vez le resulten más difíciles de comprender a un hombre aristocrático está la vanidad: se sentirá tentado a negarla incluso allí donde otra especie de hombre cree asirla con ambas manos


    36. El problema para el hombre aristocrático consiste en representarse unos seres que buscan despertar acerca de sí mismos una buena opinión que ellos mismos no tienen de sí – y, por lo tanto, tampoco «merecen» -, y que posteriormente creen, sin embargo, en esa buena opinión


    37. Esto le parece al hombre aristocrático, por un lado, algo tan falto de gusto y de respeto para consigo mismo, y, por otro, algo tan barrocamente irracional que le gustaría concebir la vanidad como una excepción, y en la mayoría de los casos en que se habla de ella, la pone en duda


    38. De manera forzada, especialmente con ayuda de la ciencia histórica, es como el hombre aristocrático tiene que formarse la idea de que, desde tiempos inmemoriales, en todas las capas populares dependientes de alguna manera el hombre vulgar era sólo aquello que valía: – no estando habituado de ningún modo a establecer valores por sí mismo, el hombre vulgar ni siquiera a sí mismo se atribuía un valor distinto del que sus señores le atribuían (el auténtico derecho señorial es el de crear valores)


    39. De hecho ahora, merced a la lenta aparición en el horizonte del orden democrático de las cosas (y de su causa, la mezcla de sangre entre señores y esclavos), el impulso originariamente aristocrático y raro a atribuirse un valor a sí mismo desde sí mismo y a «pensar bien» de sí se verá alentado y se extenderá cada vez más: pero ese impulso tie-ne en todo momento contra sí una tendencia más antigua, más amplia, arraigada más básicamente, – y en el fenómeno de la «vanidad» esa tendencia más antigua predomina sobre la más reciente


    40. También vi el gesto burlón y aristocrático de Pilato que apretaba los labios y se encogía de hombros

    41. Y todo eso no obedecía a una necesidad de representación en interés de la empresa (a la Casa Johann Buddenbrook eso no le hacía falta), sino a su inclinación personal hacia lo aristocrático y el refinamiento extremo


    42. Eso evitaba, además, que participaran en conspiraciones contra el orden establecido, algo que ha arruinado a más de un régimen aristocrático antes y después


    43. la gran empresa, como el "Círculo de Keppler", interesados en una alternativa nacionalista autoritaria, se sentían poco atraídos hacia el tipo de autoritarismo aristocrático reaccionario y agrario de derechas representado por Hugenburg


    44. —Supongo que saben que eso que están haciendo es ilegal —dijo el recién llegado con un indudable acento aristocrático


    45. Como se consideraba heredero de una casta ignorante y egoísta, hacia Saint–Loup porque le perdonasen su origen aristocrático aquellos amigos, cuando precisamente lo buscaban ellos por la seducción que” les ofrecía su linaje, aunque lo disimulaban fingiéndose con él fríos y hasta insolentes


    46. Verosímilmente esta tentativa debe de ser probable, pero no tuvo éxito, porque un día nos dijo a los dos: “Tú, maestro, y usted, caballero amado de Ares, de Saint–Loup– en–Bray, dominador de caballos, porque jinete os vi hoy en la ribera de Anfitrite, toda resonante de espuma, junto a la tienda de los Menier, los de las naves veloces, ¿quieren ustedes venir un día de esta semana a cenar a casa de mi ilustre padre, el del corazón irreprochable?” Nos invitaba porque así tenía esperanza de intimar más con Saint–Loup, que acaso le ayudara a penetrar en el mundo aristocrático


    47. Pero mi abuela le había perdonado en seguida su prejuicio aristocrático, especialmente por la viva inteligencia y sensibilidad que, al contrario de tanta gente de la aristocracia, de la que se burlaba Saint–Loup, se transparentaban tiras los modales del señor de Charlus


    48. Era una de esas viejas mansiones como acaso existen todavía algunas, en las que el patio de honor —bien fuesen aluviones traídos por la ola ascendente dé la democracia, o bien legado de tiempos más antiguos en que los diversos oficios estaban agrupados en torno al señor solía tener a los lados trastiendas, obradores, incluso chiscones de zapatero o de sastre como los que se ven apoyados en los muros de las catedrales que la estética de los ingenieros no ha redimido, un portero remendón de calzado, que criaba gallinas y cultivaba flores, y al fondo, en la casa «que hace de hotel», una «condesa» que, -cuando salía en su vetusta carretela de dos caballos, ostentando en su sombrero algunas capuchinas que parecían escapada del jardinillo de la portería (llevando al lado del cochero un lacayo que bajaba a dejar tarjetas de visita con un pico doblado en cada hotel aristocrático del barrio), enviaba indistintamente sonrisas y breves saludos con la mano a los chicos del portero y a los inquilinos burgueses del inmueble que pasaban en aquel momento, y a los que confundía en su desdeñosa afabilidad y en su ceño igualitario


    49. Tal día volvía pasear la calle arriba y abajo durante varias horas sin descubrir a la señora de Guermantes, cuando, de pronto, en el fondo di una lechería escondida entre dos hoteles en aquel barrio aristocrático y popular, se destacaba el rostro confuso y nuevo de una mujer elegante que estaba haciendo que le enseñasen unos suizos, y, antes de que yo hubiese tenido tiempo de entreverla, como un relámpago que hubiera tardado menos tiempo en llegar hasta mí que el resto de la imagen, venía a herirme la mirada de la duquesa; otra vez, al no encontrarla y oír que daban las doce, comprendía que no valía la pena de seguir esperándola, y emprendía de nuevo, tristemente, el camino de casa, y, ensimismado en mi decepción, al contemplar, sin verlo, un coche que se alejaba, comprendía de repente que la inclinación de cabeza que una dama había hecho desde la portezuela era para mí, y que aquella dama, cuyos rasgos deshechos y pálidos o, por el contrario, tensos y vivos, componían bajo un sombrero redondo, al pie de una alta aigrette, el rostro de una extranjera que yo había creído no reconocer, era la señora de Guermantes, a la que había dejado que me saludase sin responderle siquiera


    50. —¿Cómo era el chaleco que llevaba? —No llevaba chaleco blanco, sino malva, con algo así como tinas palmas, ¡estupendo! En cuanto a los veteranos (hombres del pueblo que nada sabían del Jockey y que incluían sencillamente a Saint-Loup en la categoría de los alféreces muy ricos, en la que hacían entrar a todos aquellos que, arruinados o no, llevaban cierto género de vida, tenían un capítulo bastante crecido de rentas o de deudas y eran generosos con los soldados), si en el porte, en el monóculo, en los pantalones, en los quepis de Saint-Loup no veían nacía aristocrático, no les ofrecían, con todo, menos interés y significación


















    Показать больше примеров

    aristocrático in English

    aristocratically