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    Verwenden Sie „llenar“ in einem Satz

    llenar Beispielsätze

    llena


    llenaba


    llenaban


    llenado


    llenamos


    llenan


    llenando


    llenar


    llenas


    lleno


    llenábamos


    llené


    1. Flaminia, llena de celos, le da ábeber un brevaje que le hace perder el juicio


    2. Tan pronto terminó su relato el cautivo, Fernando le manifestó lo interesante de su historia, la cual, a su parecer, resultaba tener una muy buena combinación de matices: muy entretenida, de relatos raros y exóticos, y llena de accidentes que maravillaban y que lograban crear un gran suspenso a quien la escuchaba


    3. La sierra principal del Volcan fuéregistrada por su cumbre y circunferencia: tiene de elevacion 200 varas;es bastante áspera por estar llena de piedras, por cuya causa esintransitable á caballo, solo por la entrada que demuestra el plano


    4. llena de huellas sebosas y lamparones


    5. en una habitación llena de humo


    6. con sus propios patrones, condicionados por toda la educación recibida, llena de


    7. existe un apetito sexual excesivo e insatisfecho que no se llena en la relación sexual,


    8. entre ellos que los revitaliza y los llena y que surge de la interpenetración de los


    9. Pero, llena de mala suerte, en esos días no eran todo preparado, pero tan poco preparado, que lo que dije en voz baja y me repetí loro fue siempre lo que es contrario a lo que exigía el regodeo, profesor sádico


    10. Es el mal Gaston, cuando ve a sus queridos amigos vistiendo ropa llena de peniques y marcas que garantizan su autenticidad

    11. Inmediatamente el agua rompe con la violencia y llena la habitación de sacar


    12. Así que, cómo podemos tener miedo de oponerse e incluso si un día nuestra madre decide no dar la bienvenida a más en sus brazos para dar a nuestro sitio a otros?" Un amor espiritual intensa, en esas palabras, me llena el corazón


    13. maleta llena de ropa, maleta que a su vez meto en el maletero de


    14. allí me encontré con la sorpresa de que estaba llena de gente en


    15. sujeto la cara llena de hoyos y muescas del acné de su


    16. pequeño, estaba llena de lugares para pasear y disfrutar en


    17. había estado por suelos y llena de


    18. delante, llena de bebidas de los demás


    19. Oteaba la salida roja de la luna llena y se abrigaba en


    20. El comercio se resintió notablemente y los víveres escaseaban, porque los campesinos también sentían miedo y procuraban permanecer lejos de la capital llena de peligros

    21. En el momento cuando pasaban por encima de una zona llena de basalto rojizo, Crogg se conectó con Lorm


    22. A continuación, salió el Mix número 6, su cara estaba llena de úlceras supurantes y del abdomen le pendía una pierna atrofiada


    23. El moridero se llena en esos días de mala suerte


    24. de los alemanes: esta voz expresa con propiedad el carácter de estos desiertos, cuyo aspecto, segun la poética expresion de Humboldt, "llena el alma del sentimiento de lo infinito


    25. llena eres de gracia; el Señor es contigo


    26. Su azoramiento era tal que casi le pega a lahucha vacía en vez de hacerlo a la llena; pero se serenó, diciendo:«¡Qué tonto soy! Si esto es mío, ¿por qué no he de disponer de ellocuando me dé la gana?»


    27. Llegaron por fin a la calle deZurita y se metieron en una herrería, grande, negra, el piso cubierto decarbón, toda llena de humo y de ruido


    28. ¡Cómo las ponderaba y se las encarecía al pobre a quien se lasregalaba!, ¡ella, que sacaba del bolsón la mano llena y cerrada, paraignorar lo que valía la limosna! Porque en el bolsón andaba revuelta laplata con el oro


    29. De Venezuela pasó, de nuevo, llena el alma detristezas y emociones viriles, a la Babel moderna de los rubiosmocetones y las nevadas inclementes: a New York, a esa ciudad de lasansias, de las regatas, de los afanes, de las prisas, a ese hornocolosal donde se sazona el egoísmo y se pierden entre espirales de humoy ruidos de maquinarias, los besos y las lágrimas


    30. Toda la habitación le pareció a Lucía llena deflores; del cristal del espejo creyó ver salir llamas; cerró los ojos,como se cierran siempre en todo instante de dicha suprema, tal como sila felicidad tuviese también su pudor, y para que no cayese en tierra,los mismos brazos de Juan tuvieron delicadamente que servir de apoyo aaquel cuerpo envuelto en tules blancos, de que en aquella hora denacimiento parecía brotar luz

    31. El viejo llena sus cántaros en el menguado caño


    32. Simoun levantó la bandeja y descubrió otra llena defantásticas alhajas que hubieran podido hartar la imaginacion desiete jóvenes en siete vísperas de bailes dados en suhonor


    33. Permitidme, hermanos, que un momentome haga caballero andante para salir en defensa del desvalido, de lassantas corporaciones que nos educaron, confirmando una vez másla idea complementaria del adagio, tripa llena alaba á Dios,cual es, tripa hambrienta alabará á losfrailes


    34. Lo que yo he dicho esque de las cubas que me lleva el río, una va llena


    35. clientes en Perú; y en un sinnúmero adicional de personas y acontecimientos, que llena


    36. lectura, espero que quien lee esto siga lleno y llena de ideas e insinuaciones, de


    37. último contiene una cavidad compleja llena de líquido, que contiene las


    38. La obra es curiosísima y tan llena de interés en la actualidad, que bienmerece se dé


    39. fantasía ó bien una leyenda en acción, llena depiedad y de creencias consoladoras


    40. En esa misma semana tan llena de emociones, volvió a la

    41. incapazde constancia, llena de caprichos y con una imaginación


    42. una de sus actitudes y de sus gestos, era suya la humildad llena


    43. llena de comparacionespintorescas y de reflexiones chistosas


    44. Pero llena de almacomo es, lo cifró todo en el amor y


    45. en unaregión que nunca ha visto, llena de tentaciones y de


    46. bajo tan seductoraapariencia se oculta un alma llena de pasión y


    47. Cuando el proceso de maceración se completa, el SI’ se revela y el Yo se llena de luz y de alegría


    48. Puede ser posible que ninguno intente darse una explicación del por qué Ulises rechaze el don de la inmortalidad que le promete Calipso, cuando todos saben que la mitología griega está llena de personajes que aspiran a convertirse en inmortales?


    49. Yo llegaba tarde a casa con la nariz llena de mocos negros de smog, dejaba mis ideas (poco practicas) sobre la mesa y el murmullo de voces que había escuchado y me perseguían, sobre la mesa


    50. El olvido es el vidrio que se empieza a empañar, y se llena de pequeñas gotitas que lo hacen ver borroso y que la imagen se distorsione













































    1. Literalmente se llenaba los


    2. Lacostumbre obraba estos prodigios, y lo mismo era ver la señora losgarbanzos y poner su mano en ellos, que se le llenaba el cerebro denúmeros y veía claro en sus negocios, si le convenía o no tal préstamo,si debía quedarse o no con tal o cual alhaja


    3. Parecióle entonces al estudiante que la casa iba áestallar de un momento á otro y que paredes, lámparas,convidados, tejado, ventanas, orquesta, volaban lanzados por los airescomo un puñado de brasas en medio de una detonacion infernal;miró en torno suyo y creyó ver cadáveres en lugarde curiosos; los veía mutilados, le pareció que el airese llenaba de llamas, pero la serenidad de su juicio triunfó deaquella alucinacion pasagera que el hambre favorecía y sedijo:


    4. Elsilencio le llenaba los oídos


    5. De pronto, cuando el jefe del Registro llenaba las


    6. Y la tal Polidora se llenaba la boca con esto de «las


    7. ejecutada por mi hija me llenaba de gozo el corazón


    8. En esa casa me llenaba de silencio y de fuerzas para saltar aquellos surcos, para encontrar la libertad en la jaula y en las catástrofes


    9. parecían sublime concierto que llenaba el espacio, como antes el ruido del cañón; y el mundo


    10. Martínez llenaba las planas de los periódicos con llamativos reclamos,cosa que Apolonio consideraba

    11. levantarse un rumor sordo en el público que llenaba la plaza yel cual fué tomando


    12. Las hojas secas,detenidas en su caída, entretejían el macizo, que llenaba el aire depolvo y briznas al menor contacto


    13. misterioso, que se entraba en ella aquellamirada, que la llenaba, que la besaba, que la


    14. dificultad, la Dorotea sólo llenaba eldeseo del joven, mientras doña Clara interesaba


    15. llevase dentro «una saeta envenenada» llenaba de admiración


    16. Un olor de heno reciéncortado llenaba el


    17. mezclado con los vapores de fenol que llenaba la


    18. La tía llenaba la casa con sus intolerables sollozos, los demás


    19. tal como los había encontradoal llegar, y el ambiente se llenaba


    20. El plande su amante le llenaba de estupor; pero comoestaba

    21. Amor parecía que volaba en los aires y lo llenaba


    22. Cuando desembarqué en Lisboa, suobesa figura llenaba todo el


    23. aparición esperaba con impaciencia la llenaba de congoja


    24. Un vaportrasparente y azulado llenaba todo el espacio y descomponía y


    25. mercado se llenaba elpatio


    26. que hacía esto era el mismo queen aquel instante llenaba con su nombre todo el


    27. Facundo llenaba el vacío de las leyes; lalibertad y el espíritu de ciudad habían dejado


    28. llenaba todo su ser, la querida visión!Pero también era bien


    29. que siempre había llamado padres que laidea de que no lo fuesen la llenaba de dolor


    30. Creía haberle matado y esta idea la llenaba deterror

    31. llenaba el interiortodos los del séquito


    32. noticia de lainvasión que llenaba las calles


    33. Llenaba la vida de loshombres


    34. riquezas y curiosidades de lacatedral llenaba su pensamiento


    35. que llenaba el parque


    36. El bullidor concurso llenaba los salones


    37. humo que llenaba el local


    38. cubilete de estaño, que el hidalgo llenaba y vaciaba de cuandoen cuando; al entrar


    39. una ninfa ebria, llenaba el soto con los estallidos desu alegría


    40. Juan aquel Mesía que también se filtrabapor las paredes, aparecía por milagro y llenaba el aire

    41. de lágrimas, el consejero, el mejor ornamento de lacasa; la llenaba con su hermosa presencia; era


    42. le oyó entrar porque cantaba y la hoja del jergónsacudida le llenaba de estrépito los oídos


    43. de lo que llenaba por entero suscorazones, hasta que la voz de la


    44. siempre iguales, era el que llenaba por enterolibros y comedias


    45. llenaba los pequeños buques,reconocieron caras amigas,


    46. entrevisto en la muchedumbreque llenaba los grandes almacenes


    47. tiempo que llenaba los salones del edificio, intentó en el


    48. llenaba el pensamiento con sus exigenciasinmediatas


    49. Luego, de repente,empezaban todos a gritar, y el gabinete se llenaba de una alegría


    50. El alma de los muertos llenaba el mundo














































    1. Lucía, como una flor que el sol encorva sobre su tallo débil cuandoesplende en todo su fuego el mediodía; que como toda naturalezasubyugadora necesitaba ser subyugada; que de un modo confuso eimpaciente, y sin aquel orden y humildad que revelan la fuerzaverdadera, amaba lo extraordinario y poderoso, y gustaba de los caballosdesalados, de los ascensos por la montaña, de las noches de tempestad yde los troncos abatidos; Lucía, que, niña aun, cuando parecía que lasobremesa de personas mayores en los gratos almuerzos de domingo debíafatigarle, olvidaba los juegos de su edad, y el coger las flores deljardín, y el ver andar en parejas por el agua clara de la fuente lospececillos de plata y de oro, y el peinar las plumas blandas de suúltimo sombrero, por escuchar, hundida en su silla, con los ojosbrillantes y abiertos, aquellas aladas palabras, grandes como águilas,que Juan reprimía siempre delante de gente extraña o común, pero dejabasalir a caudales de sus labios, como lanzas adornadas de cintas y deflores, apenas se sentía, cual pájaro perseguido en su nido caliente,entre almas buenas que le escuchaban con amor; Lucía, en quien un deseose clavaba como en los peces se clavan los anzuelos, y de tener querenunciar a algún deseo, quedaba rota y sangrando, como cuando elanzuelo se le retira queda la carne del pez; Lucía que, con suencarnizado pensamiento, había poblado el cielo que miraba, y losflorales cuyas hojas gustaba de quebrar, y las paredes de la casa en quelo escribía con lápices de colores, y el pavimento a que con los brazoscaídos sobre los de su mecedora solía quedarse mirando largamente; deaquel nombre adorado de Juan Jerez, que en todas partes por donde mirabale resplandecía, porque ella lo fijaba en todas partes con su voluntad ysu mirada como los obreros de la fábrica de Eibar, en España, embutenlos hilos de plata y de oro sobre la lámina negra del hierro esmerilado;Lucía, que cuando veía entrar a Juan, sentía resonar en su pecho unascomo arpas que tuviesen alas, y abrirse en el aire, grandes como soles,unas rosas azules, ribeteadas de negro, y cada vez que lo veía salir, letendía con desdén la mano fría, colérica de que se fuese, y no podíahablarle, porque se le llenaban de lágrimas los ojos; Lucía, en quienlas flores de la edad escondían la lava candente que como las vetas demetales preciosos en las minas le culebreaban en el pecho; Lucía, quepadecía de amarle, y le amaba irrevocablemente, y era bella a los ojosde Juan Jerez, puesto que era pura, sintió una noche, una noche de susanto, en que antes de salir para el teatro se abandonaba a suspensamientos con una mano puesta sobre el mármol del espejo, que JuanJerez, lisonjeado por aquella magnífica tristeza, daba un beso, largo yblando, en su otra mano


    2. expansión a lossentimientos que llenaban su alma, prorrumpía


    3. con interés deamante, y se encendió al igual de los pétalos que llenaban el plato


    4. Los gritos, los quejidos, las imprecaciones que salían de aquel infierno llenaban


    5. discípulo, pues las planas del heredero de Rumblar llenaban de admiración al señor Obispo de


    6. empeñaban en odios contra la Compañia, y la llenaban de quejas, achacando à los Jesuitas ser causa de


    7. Todo estaba previsto; hasta los menores detalles se llenaban


    8. causaba en ellos grandes claros, que se llenaban encargando


    9. razones de Gonzalo letrabajaban en el alma y se la llenaban de


    10. caminandomedio dormida, pues los vapores que llenaban el

    11. losaguadores llenaban las cubas en la fuente


    12. fundiciones de la ría, que llenaban la única capillaevangélica del


    13. por la ciudad y llenaban losmesones y las hospederías, gastando


    14. suvanidad, continuaban manejando en colaboración su arma y tiraron unfurioso lanzazo á uno de los ojos que llenaban las ventanas


    15. corderillos de cartón piedra, y pesadoscortinajes, llenaban las


    16. llenaban la estancia, y por todaspartes, sobre las cómodas, tras


    17. trivial cualquiera, se llenaban de lágrimas,como si fuese el


    18. llenaban las avenidas, hendiendo el aire con susvivas y sus gritos de triunfo


    19. El resto de la bodega lo llenaban las muestras de todas las


    20. vieja del cuidado de las aves que llenaban elcorral y de ayudar él

    21. que rayar, desaparecería ante la masa compacta dehombres y mujeres que lo llenaban


    22. de cajones no abiertos en muchos años, que llenaban el suelo deropas antiguas y


    23. ilustrados llenaban suspáginas con grabados representando el veraneo de los reyes y


    24. que la calle de don Santos y la tienda se llenaban degente, de enemigos del Magistral


    25. Los carlistas y liberales que llenaban el crucero celebraron la gracia,hubo cuchicheos, risas


    26. Vetusta y llenaban elespacio de una tristeza gris, muda y sorda


    27. Lospedacitos de lanas de bordar y de sedas y trapo llenaban un


    28. llenaban laexplanada de popa


    29. los toneles de laúltima cosecha, y los soldados llenaban en el


    30. Dejados los sombreros y losbastones en manos de un lacayo negro, a la puerta de un cuartoentresuelo que abría al descanso de la escalera de doble tramo, ytendiendo la vista por el soberbio salón, que podía tener «la carrera deun caballo», si se nos permite la exageración, descubrieron losestudiantes que las animadas parejas le llenaban de extremo a extremo

    31. La tristezainvadía las almas, los corazones se llenaban de la


    32. llenaban todo el lienzo,iguales a las damas pintadas por


    33. tierra,abrumándola con sus pensamientos, que llenaban el


    34. llenaban, volviéndose suaves curvas lo que antes eranángulos y planicies


    35. Las espigas de maíz no lo llenaban hasta el techo, dejando algún espaciosuficiente para que


    36. Los libros que llenaban el camarote del capitán


    37. aprendido en loslibros que llenaban su camarote!


    38. Luego llenaban sus vientres otra vez con los residuos de


    39. anticipado en la tierra de las gracias reservadas alos bienaventurados la llenaban de


    40. llenaban ya la cubierta

    41. mesacaban lágrimas á los ojos y me llenaban de increíble


    42. remordimiento le llenaban deavisperos el cerebro


    43. »La mañana estaba hermosísima; miles de curiosos llenaban los muelles;el lanchón


    44. revolviendo sus ojos y mirando las estampasque llenaban las paredes—


    45. De aquí, imaginaba yo, venían las cenizas que caían de la boca de los niños malos en los cuentos fantásticos, o que llenaban sus medias de Navidad


    46. Las planchas se llenaban con brasas del fogón


    47. Entonces, mientras los espacios abiertos que rodeaban el campamento se llenaban de agua, resonaron gritos de júbilo, se propagaron los gritos de felicidad como ondas por la arena; cuando la lluvia se hizo más fina, los hombres, las mujeres y los niños se lanzaron al exterior para recogerla en recipientes, jofainas, cacerolas y todo lo que pudieron encontrar que fuera redondo y hueco


    48. Los enormes pies del chico llenaban la habitación


    49. La habitual expresión de tristeza que había marcado el rostro de Gura desde su niñez, y que había sido sustituida por una radiante felicidad desde que había abandonado el poblado de Garb junto a Tanar, regresó mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y reprimía un sollozo que pasó desapercibido al sari, que en ese momento examinaba ansiosamente el suelo que se extendía por delante de ellos


    50. Preocuparse de la vida antes de la muerte suponía, forzosamente, ocuparse de las emociones que la llenaban de forma clandestina hasta entonces














































    1. La decoración del teatro era de Cosme Loti, que en tantasocasiones ha llenado de admiración á Italia, patria suya y á nuestraEspaña


    2. Viene de no sentir un llenado del interior


    3. Me gusta el aire llenado de prometedores los pulmones que han desintoxicado en un solo día, de atmósfera cotidiana gravoso y gris


    4. La crema empieza a hacer efecto y poco a poco esa sensación de vacío es llenado por algo que no puedo definir; es casi una sensación similar a cuando se forma una burbuja gástrica en la digestión de la prevención en el pecho; la diferencia, sin embargo, radica en el hecho de yo no tengo dificultades para respirar y, de hecho puedo respirar más profundamente que nunca lo había hecho


    5. Juan Pablo, lo que usted nos cuenta? ¿Lo cree ustedasí, o es que quiere entretenerse y divertirse con nosotros, ignorantes?Me ha llenado usted de dudas


    6. Habían llenado de trincheras y baterías el Retiro, y para ver en todo su


    7. cabeza desnuda, en unestado de distraccion, habiéndose llenado de gente las iglesias y


    8. determinado,los huecos se han llenado de aluvión, las cascadas que desgastabangradualmente la roca se


    9. ríos, considerables en otras edades, han dejado deexistir: sus cauces se han llenado de arena y los indígenas sólo losconocen por los inciertos datos de las tradiciones


    10. cimascónicas de Beaucaire, al pie de las cuales empieza el antiguo golfomarino que los arrastres del río han llenado poco á poco

    11. El río lo ha llenado poco á podo, pero el suelo, de recienteformación, no está todavía afirmado


    12. Más de dos páginas había llenado, cuando alguien dió con el


    13. ha llenado de inquietud


    14. creación lenta y débil, cuya fecundidadhabría llenado el globo


    15. mínos han llenado de confusión


    16. cómo he llenado estas páginas que me recordaránsiempre una


    17. las bases de las grandes ilustraciones que han llenado consu nombre la República


    18. Ellos habían llenado


    19. que había llenado su pensamiento?¿Sólo restaba de mamá, de la


    20. cáscara en una fuente quehabían llenado de flores

    21. Porque le he dicho hoy que se lo diría a laseñora, me ha llenado de insolencias y me ha echado de la cocina


    22. llenado el pecho de asco y rencor hacia los hombres


    23. parientes le han llenado la casa deobjetos inútiles y aparatosos


    24. han llenado sus cuadros denegro


    25. observar yadivinar, le había abierto los ojos y llenado la boca de agua; Petracomprendía que la


    26. quien la honra de merecerla confianza de Quintanar había llenado de vanidad, no había


    27. —La consigna está cumplida, señorita, y he llenado la medida; trespater en vez de


    28. Teruel, y la posibilidad enlos corazones sensibles; que las penas y las pasiones han llenado


    29. Había llenado los blancos con sus nombresy cualidades, y al pie


    30. y por los alrededores hasta la Esclavonia,haya llenado del Evangelio de Cristo

    31. y se espantó creyendo que en un instante se había llenado de canas


    32. El cólera había llenado de consternación y luto el alma de la señora,afectando también a sus


    33. Canova, á mil y mil celebridades, que la han llenado de cuadros y estatuas, de cuadros y estatuas modelos; solo así se cree ser cierto lo que el viajero ve en Venecia; solo recordando su historia, se explica y


    34. Cuando hubieron llenado sus odres hasta el borde, se sentaron bajo la lluvia y levantaron el rostro a los cielos, para tragarla


    35. Habiendo llenado su función el portatarjetas de la familia, las muchachas siguieron su camino y Jo tuvo ocasión de elevar otra acción de gracias al llegar a la quinta casa, donde les dijeron que las señoritas estaban ocupadas


    36. Los canales se han llenado de nuevo de agua,


    37. Barrois se llevó la salvilla, y apenas había llegado al corredor, cuando por entre la puerta que dejó medio abierta le vieron echar atrás la cabeza para apurar el vaso que había llenado Valentina


    38. Monsieur Jourdain tenía razón: se había llenado de reflejos cobrizos


    39. Me dijeron algo acerca de las personas que las habían llenado, y también otras cosas


    40. La observación del veneciano la había llenado de espanto

    41. Los dos se habían puesto mallas de acero y se habían llenado el cinturón de puñales, cuchillos y pistolones


    42. Cuando Sarah hubo llenado de nuevo la taza de Richard, pronunció un par de frases corteses y la conversación cesó


    43. Valdivia le contó que Atahualpa había llenado una pieza de oro hasta el techo para pagar su rescate; mientras más valioso el prisionero, más alto el rescate, agregó


    44. El cabo de mar abrió las válvulas principales del panel de llenado


    45. Por los ruidos que hasta él llegaban, supuso que la operación de trasegar gasóleo de un barco a otro iba mediada pues ahora el ruido de las bombas de llenado venía de la banda de estribor


    46. Nada más abrir la pausa, la conciencia de Juan se ha llenado hasta el borde con Matilda


    47. Él costeó la instalación de San Petersburgo y probablemente la ha llenado con su gente


    48. Puesto que por la mañana había llenado el cubo para fregar, pensó que se había dejado el grifo abierto


    49. Entre tanto júbilo, Fiamma terminó por dejarse ir en suave llanto; mientras le resbalaban lágrimas, las risotadas como pañuelos de unos mulatitos le fueron enjugando sus penas; esos niños iban disfrazados de diablos, esqueletos y viudas, y cargaban con un «Año viejo», un muñeco de tela que habían preparado entre todos; lo habían llenado de pólvora hasta las orejas y vestido con ropas gastadas, sombrero y cigarro; lo quemarían en una gran fogata, como era tradición, el treinta y uno de diciembre a las doce de la noche


    50. Las risas parecían no tener fin cuando Hanna reveló cómo su hijo había llenado el vestíbulo de los anfitriones de espuma del extintor











































    1. lloviendo en abundancia, y llenamos losaljibes


    2. Todos perdimos la razón y llenamos todos estos muros, cada esquina, cada recoveco de gritos y llantos


    3. Llenamos otra vez los vasos, y entonces Jerry le dijo a Grace que él y Selena se casarían el doce de enero


    4. Cada vez que respiramos llenamos nuestros pulmones de aire y al mismo tiempo vitalizamos nuestro cuerpo con este Éter Pránico que es la Vida misma, de modo que tenemos la oportunidad de hacer una conexión consciente con Toda la Vida, Toda la Inteligencia y Toda la Sustancia


    5. «Supongamos ahora que ponemos en esa habitación una botella de brandy añejo, de cien años, el coñac más raro y exquisito y llenamos la habitación de su cálido aroma


    6. Entonces llenamos ese vacío en la profecía con una profecía que la completa a la que se ha conferido la Cadena de Fuego… El acontecimiento de la Cadena de Fuego infecta y consume por lo tanto todas las profecías asociadas, bien por tema o por cronología


    7. Con el fin de conservar una parte el mayor tiempo posible, la cortamos en finas rajas y llenamos con ellas los tres tarros de aceitunas vacíos y la botella de vino (todo lo cual habíamos conservado), rellenándolos después con el vinagre de las aceitunas


    8. Nos llenamos de perjuicios y estigmas culturales que están basados ¿en qué? En nada


    9. Mientras que nosotros no llenamos los agujeros de las pérdidas de material, salvo, quizá, en lo referido a los tanques, e incluso eso estaría por ver»


    10. Nadie ha tocado nunca un timbre tan terrible: no me refiero al sonido que produjo sino a la presión en sí, al tacto del botón contra mi dedo, o de mi dedo contra el botón, nadie ha sentido nunca lo mismo que yo; aunque mi sensación fue lógica, ya que físicamente sería imposible tocar el timbre sin el hueso, quiero decir que sin el hueso nuestro dedo se torcería sobre el botón como un tubo de goma, o se aplastaría ridículamente, o se introduciría en sí mismo como un guante vacío, así que hasta cierto punto resulta lógico suponer que el timbre suena con el hueso, que es mi esqueleto el que llama a la puerta, pero nadie ha sentido nunca tal cosa, y me produjo pena y sorpresa comprobar que hasta aquel momento crucial yo ignoraba lo que realmente somos y que el conocimiento puede producirse así, de improviso, mientras el zumbido eléctrico molesta el oído todavía, que se me haya revelado en ese instante doméstico, que cuando Galia abrió la puerta yo ya fuera otro, que el sonido de su timbre me despertara de un sueño de ignorancia para sumirme en la vigilia de un mundo que, por desagradable que fuera, era más cierto, porque si mi dedo había hecho sonar el timbre era debido a que llevaba hueso en su interior; lo había percibido de repente: mi dedo era un dedo con hueso y su utilidad radicaba en el hueso, al palparlo noté la dureza debajo, tras impensables láminas de músculo, y la realidad de aquella presencia me dejó asombrado, estuporoso, con un estupor y un asombro no demasiado intensos pero permanentes: oh Dios mío tengo un hueso debajo, mi dedo no es un dedo, es un hueso articulado y protegido contra el desgaste: la idea me vino así, con una lógica tan aplastante que no me sorprendió en sí misma sino su ausencia hasta ese timbre; no había una idea extraña e increíble, había una extraña e increíble omisión de la idea en todo el mundo, justo hasta el histórico momento en que llamé a la puerta del piso de Galia, pero Galia estaba en el umbral con su bata azul celeste y su cabello ondulado como por rulos invisibles, y me contemplaba sorprendida; y es que es una mujer muy perspicaz: apenas me entretuve un instante demasiado largo entre su saludo y mi entrada, y ya me había preguntado qué me ocurría: yo me frotaba el índice de mi descubrimiento contra el pulgar, incapaz de creer aún que lo obvio podía estar tan oculto, casi temeroso de creerlo, y opté por disimular esperando tener más tiempo para razonar, así que entré, le di un beso, me quité el abrigo húmedo y la bufanda y saludé al pasar a César, que ladraba incesante en el patio de la cocina: Galia me dijo qué tal y yo le dije muy bien, y le devolví estúpidamente la pregunta y ella me respondió igual, y de repente me pareció absurdo este diálogo especular de respuestas consabidas, o quizá era que la revelación me había estropeado la rutina, véase si no otro ejemplo: mantuve tieso el culpable dedo índice mientras entraba, y ni siquiera lo utilicé para quitarme el abrigo, como si una herida repentina me impidiera usarlo, y es que desde que había comprobado que ocultaba un hueso lo miraba con cierta aprensión, como se miran los fetiches o los amuletos mágicos; pero hice lo que suelo hacer: me senté en uno de los dos grandes sofás de respaldo recto, estiré las piernas, saqué un cigarrillo —con los dedos pulgar y medio— y dije que sí casi al mismo instante que Galia me preguntaba si quería café, incluso antes de saber si realmente tenía ganas de café, ya que la tradición es que acepte, y Galia, tan maternal, necesita que yo acepte todo lo que me da y rechace todo lo que no puede darme; tomar el café en la salita, mientras termino el cigarrillo y justo antes de pasar al dormitorio, se ha vuelto, a la larga, el rato más excitante para ambos; charlamos de lo acontecido durante la semana, Galia me pregunta siempre por Ameli y Héctor Luis, se muestra interesada en mis problemas y apenas me habla de los suyos, pero el diálogo es una excusa para que ella me inspeccione, me palpe, capte cosas en mi mirada, en mi forma de vestir, en mis gestos, pues Galia, a diferencia de Alejandra, es una mujer afectuosa, impulsiva y, como ya he dicho, perspicaz, y la conversación no le interesa tanto como ese otro lenguaje inaudible de la apariencia, así que es muy natural que la interrumpa para decirme: estás cansado, ¿verdad?, o bien: hoy no tenías muchas ganas de venir, ¿no es cierto? o bien: cuéntame lo que te ha pasado, vamos, has discutido con Alejandra, ¿me equivoco?, así estemos hablando del tiempo que hace, los estudios de Héctor Luis o lo que sea, da igual, su mirada me envuelve y nota las diferencias; por lo tanto, no fue extraño que esa tarde me dijera, de repente: te encuentro raro, Héctor, y yo, con simulada ingenuidad: ¿sí?, y ella, confundida, aventura la idea de que pueda tratarse de Alejandra o de la niña: no, no es Alejandra, le digo, tampoco es Ameli; Alejandra sigue sin saber nada de lo nuestro, tranquila, y en cuanto a Ameli, ya la dejo por imposible, pero ella concluye que tengo una cara muy curiosa este jueves y yo la consuelo a medias diciéndole que estoy cansado, y ella insiste: pero no es cara de estar cansado sino preocupado, y yo: pues lo cierto es que no me pasa nada, Gali, porque cómo decirle que estoy pensando inevitablemente en el hueso de mi dedo índice, cómo decirle que de repente me he descubierto un hueso al llamar al timbre de su casa: ¿acaso no iba a sentirse un poco dolida?, ¿acaso no pensaría que era una forma como cualquier otra de decirle que ya estaba harto de visitarla cada semana, todos los jueves, desde hace años?, sonaba mal eso de: acabo de darme cuenta, Gali, justo al llamar al timbre de tu puerta, de que tengo un hueso en el dedo, de que mi dedo índice son tres huesos camuflados, para acto seguido decir: bueno, Gali, no pensemos más en que mi dedo índice son tres huesos, ¿no?, y vamos a la cama, que se hace tarde; sonaba mal, sobre todo porque con Galia, igual que con Alejandra, tenía que andar de puntillas: nuestra relación se había prolongado tanto que, a su modo, también era rutinaria, a pesar de que ella seguía llamándola «una locura»; curiosamente, Galia es viuda y libre y yo estoy casado y tengo dos hijos, pero ella sigue diciendo que lo nuestro es «una locura» y yo pienso cada vez más en una aburrida traición, un engaño cuya monótona supervivencia lo ha despojado incluso del interés perverso de todo engaño dejando solo los inconvenientes: jamás podría hablarle a Alejandra de Galia, ahora ya no, y jamás podría terminar con Galia, ahora ya no, cada relación se había instalado en su propia rutina y ya ni siquiera podía soñar con escaparme de ésta, porque se suponía que cada una servía precisamente para huir de la rutina de la otra: mi deber era cuidar de ambas, conocer a Galia y a Alejandra, saber qué les gustaba oír y qué no, lo cual, naturalmente, era difícil, y por eso mi propia rutina consistía en callarme frente a las dos; pero en momentos así callarme también era un esfuerzo, porque si me notaba incluso la división entre los huesos, si podía imaginármelos al tacto, sentirlos allí como un dolor o una comezón repentina, ¿cómo podía evitar pensar en eso?; y ni siquiera era mi dedo lo que me molestaba, ya dije, sino mi error al no darme cuenta hasta ahora: esa ceguera era lo que jodía un poco, perdonando la expresión; porque hubiera sido como si me creyera que el arlequín de la fiesta de disfraces no esconde a nadie debajo, cuando es bien cierto que ese alguien bajo el arlequín es quien le otorga forma a este último, que no podría existir sin el primero: sería tan solo puros leotardos a rombos blancos y negros, bicornio de cascabeles, zapatillas en punta y antifaz, pero no el arlequín, y de igual manera, ¿qué error me llevó a creer hasta esa misma tarde que mi dedo índice era un dedo?; si lo analizamos con frialdad, un dedo es un disfraz, ¿no?, una piel elegante que oculta el cuerpo de un hueso, o de tres huesos si nos atenemos a lo exacto, y a poco que lo meditemos, una vez llegados a este punto y pinchado en el hueso, valga la expresión, ya no se puede retroceder y razonar al revés: decir, por ejemplo, que el hueso es simplemente la parte interna de un dedo: sería como llegar a ver el alma: ¿acaso pensaríamos en el cuerpo con el mismo interés que antes?; pero mientras hablaba con Galia y la tranquilizaba estaba razonando lo siguiente: que este descubrimiento conlleva sus problemas, porque es un hallazgo delator, como atrapar a un miembro de la banda y lograr que revele la guarida de los demás: si mi dedo índice derecho, el dedo del timbre, lleva huesos ocultos, la conclusión más sencilla se extiende como un contagio a los otros cuatro de esa misma mano y, ¿por qué no?, a los cinco de la otra: tengo un total de diez huesos entre las dos manos, tirando por lo bajo, cinco huesos en cada una, y lo peor de todo es que se mueven: porque hay que pensar en esto para horrorizarse del todo: ¿alguna vez vieron moverse solos a diez huesos?, pues ocurre todos los días frente a ustedes, en el extremo final de los brazos: hagan esto, alcen una mano como hice yo aprovechando que Galia se acicalaba en el cuarto de baño (porque Galia se acicala antes y después de nuestro encuentro amoroso), alcen cualquiera de las dos manos frente a sus ojos y notarán el asco: cinco repugnantes huesos bajo una capa de pellejo (ni siquiera huesos limpios, por tanto, sino envueltos en carne) moviéndose como ustedes desean, cinco huesos pegados a ustedes, oigan, y tan usados: saber que nos rascamos con huesos, que cogemos la cuchara con huesos, que estrechamos los huesos de los demás en la calle, que acariciamos con huesos la piel de una mujer como Galia: saberlo es tan terrible pero no menos real que los propios huesos, saberlo es descubrirlo para siempre, y lo peor de todo fue lo que me afectó: no se trata de que no se me pusiera tiesa en toda la tarde, perdonando la intimidad, ya que esto me ocurría incluso cuando pensaba que los dedos eran dedos, no, lo peor fue el cuidado que puse: tanto que no parecía que estaba haciendo el amor sino operando algún diente delicado; y es que me invadió una notoria compasión por Galia, tan hermosota a sus cincuenta incluso, al pensar que sobaba sus opulencias, sus suavidades, con huesos fríos y duros de cadáver: mi culpa llegó incluso a hacerme balbucear incongruencias, desnudos ambos en la cama: ¿soy demasiado duro?, comencé por decirle, y ella susurró que no y me abrazó maternalmente, e insistir al rato, todo tembloroso: ¿no estoy siendo quizá algo tosco?, y ella: no, cariño, sigue, sigue, pero yo la tocaba con la delicadeza con que se cierran los ojos de un muerto, porque ¿cómo olvidar que eran huesos lo que deslizaba por sus muslos?, aún más: ¿cómo es que ella no lo sabía?, ¿acaso no se percataba de que las caricias que más le gustaban, aquellas en que mis dedos se cerraban sobre su carne, eran debidas a los huesos?: sin ellos, tanto daría que la magreara con un plumero: ¿cómo podría estrujar sus pechos sin los huesos?, ¿cómo apretaría sus nalgas sin los huesos?, ¿cómo la haría venirse, en fin, sin frotar un hueso contra su cosa, perdonando la vulgaridad?: sin los huesos, mis dedos valdrían tanto como mi pilila, perdonando la obscenidad, o sea, nada: ¿cómo es que ella no se horrorizaba de saber que nuestros retozos, que tanto le agradaban, eran puro intercambio de huesos muertos?, porque incluso sus propias manos, y mis brazos, y los suyos, Dios mío, ¿no eran largos y recios huesos articulados que se deslizaban por nuestros cuerpos, nos envolvían, apretaban nuestra carne, nos abrazaban?, ¿acaso era posible no sentir el grosero tacto de los húmeros, la chirriante estrechez del cúbito y el radio, los bolondros del codo y la muñeca?; sumido en esa obsesión me hallaba cuando dije, sin querer: ¿no estoy siendo muy afilado para ti?, y ella dijo: ¿qué?, y supe que la frase era absurda: «afilado»», ¿cómo podía alguien ser «afilado» para otro?, y casi al mismo tiempo me percaté de que era la pregunta correcta, la más cortés, la más cierta: porque con toda seguridad había huesos y huesos, unos afilados y otros romos, unos muy bastos y ásperos corno rocas lunares y otros pulidos quizá como jaspes: incluso era posible que el tacto del mismo hueso dependiera del ángulo en que se colocaba con respecto a la piel, porque un hueso es un poliedro, casi un diamante, y hay que imaginarse sobando a la querida con diez durísimos y helados cuarzos para comprender mi situación, pensar en la carilla adecuada que usaremos para deslizarlos por la piel, el borde más inofensivo, no sea que nuestros apretujones se conviertan en el corte del filo de un papel, en la erizante cosquilla de una navaja de barbero; y entre ésas y otras se nos pasó el tiempo y terminamos como siempre pero peor, resoplando ambos bocarriba como dos boyas en el mar, mirando al techo, con esa satisfacción pacífica que solo otorga la insatisfacción perenne: cuánto tiempo hace que tú y yo no disfrutamos, Galia, pienso entonces, que vamos llevando esto adelante por no aguardar la muerte con las manos vacías, tiempo repetido que nunca se recobra porque nunca se pierde, días monótonos, el trasiego de la rutina incluso en la excepción: porque, Galia, hemos hecho un matrimonio de nuestra hermosa amistad, eso es lo que pienso, pero hubiéramos podido ser felices si todo esto conservara algún sentido, si existiera alguna otra razón que no fuera la inercia para mantenerlo; oía su respiración jadeante de cincuenta años junto a mí y trataba de imaginarme que estaba pensando lo mismo: ese silencio, Galia, que nunca llenamos, la distancia de nuestra proximidad, por qué tener que imaginarlo todo sin las palabras, qué piensas de mí, qué piensas de ti misma, por qué hablar de lo intrascendente, y va y me indaga ella entonces: ¿qué tal el trabajo?, porque cree que el exceso de dedicación me está afectando, y yo le digo que bien, y ella, apoyada en uno de sus codos e inclinada sobre mí, los pechos como almohadas blandas, vuelve a la carga con Alejandra: pero te ocurre algo, Héctor, dice, desde que has entrado hoy por la puerta te noto cambiado, ¿no será que Alejandra sospecha algo y no me lo quieres decir?, y le he contestado otra vez que no, y a veces me interrogo: ¿por qué todo esto?, ¿por qué lo mismo de lo mismo, este vaivén inacabable?, ¿qué pasaría si un día hablara y confesara?, ¿qué pasaría si por fin me decidiera a hablar delante de Alejandra, pero también delante de Galia y de mí mismo?, decir: basta de secretos, de engaños, de misterios: ¿qué sentido le encontráis a todo?, ¿por qué oficiar siempre el mismo ritual de lo cotidiano?, y para cambiar de tema le comento que Ameli está atravesando ahora la crisis de la adolescencia y discute frecuentemente conmigo y que Héctor Luis ha decidido que no será dentista sino aviador; a Galia le gusta saber lo que ocurre con mis hijos, ese tema siempre la distrae, incluso me ofrece consejos sobre cómo educarlos mejor, y yo creo que goza más de su maternidad imaginaria que Alejandra de la real; en todo caso, es un buen tema para cambiar de tema, y pasamos un largo rato charlando sin interés y pienso que es curioso que venga a casa de Galia para hablar de lo que apenas importa, ya que eso es prácticamente lo único que hago con Alejandra; en los instantes de silencio previos a mi partida seguimos mirando el techo, o bien ella me acaricia, zalamera, incluso pesada, y me dice algo: esa tarde, por ejemplo: me gusta tu pecho velludo, así lo dice, «velludo», y no sé por qué pero de repente me parece repugnante recibir un piropo como ése, aunque no se lo comento, claro, y ella, insistente, juega con el vello de mi pecho y sonríe; Galia es una orquídea salvaje, pienso, y a saber por qué se me ocurre esa pijada de comparación, pero es tan cierta como que Dios está en los cielos aunque nunca le vemos: Galia es una orquídea salvaje en olor, tacto, sabor, vista y sonido, y me encuentro de repente pensando en ella como orquídea cuando la oigo decir: ¿por qué me preguntaste antes si eras «afilado»?, ¿eso fue lo que dijiste?, y me pilla en bragas, perdonando la expresión, porque al pronto no sé a lo que se refiere, y cuando caigo en la cuenta, y para no traicionarme, le respondo que quería saber si le estaba haciendo daño en el cuello con mis dientes, y ella va y se echa a reír y dice: ¡vampirillo, vampirillo!, y vuelve a acariciarme, y como un tema trae otro, lo de los dientes le recuerda que necesita hacerse otro empaste, porque hace dos días, comiendo empanada gallega, notó que se le desprendía un pedacito de la muela arreglada, así que pasará por mi consulta sin avisarme cualquier día de éstos, y de esa forma nos veremos antes del jueves, dice, y su sonrisa parece dar a entender que está recordando el día en que nos conocimos, porque las mujeres son aficionadas a los aniversarios, ella tendida en el sillón articulado, la boca abierta, y yo con mi bata blanca y los instrumentos plateados del oficio, y como para confirmar mis sospechas me acaricia de nuevo el pecho «velludo» y dice: me gustaste desde aquel primer día, Héctor, me hiciste daño pero me gustaste, y claro está que nos reímos brevemente y yo le digo que nunca he comprendido por qué se enamoró de mí en la consulta, qué clase de erotismo desprendería mi aspecto, bajito, calvo y bigotudo, amortajado en mi bata blanca, entre el olor a alcohol, benzol, formol y otros volátiles, provisto de garfios, tenacillas, tubos de goma, lancetas y ganchos, porque no es que mi oficio me disgustara, claro que no, pero no dejaba de reconocer que la consulta de un dentista de pago es cualquier cosa menos un balcón a la luz de la luna frente a un jardín repleto de tulipanes, eso le digo y ella se ríe, y por último el silencio regresa otra vez, inexorable, porque es un enemigo que gana siempre la última batalla; llega la hora de irme, esa tarde más temprano porque mi suegro viene a cenar a casa, y cuando voy a levantarme la oigo decir, como de forma casual: ¿qué haces frotándote los dedos sin parar, Héctor?, ¿te pican?, eso dice, y descubro que, en efecto, he estado todo el rato dale que dale moviendo los dedos de la mano derecha como si repitiera una y otra vez el gesto con el que indicamos «dinero» o nos desprendemos de alguna mucosidad, perdonando la vulgaridad, que es casi el mismo que el que utilizamos para indicar «dinero», y enrojezco como un niño de colegio de curas pillado en una mentira y quedo sin saber qué decirle, hasta que por fin me decido y opto por revelarle mi hallazgo: nada, digo, ¿es que nunca te has tocado el hueso que tenemos bajo los dedos?, y lo pregunto con un tono prefabricado de sorpresa, como si lo increíble no fuera que yo me los frotase sino que ella no lo hiciera: qué dices, me mira sin entender, y me encojo de hombros y le explico: es que resulta curioso, ¿no?, quiero decir que si te tocas los dedos notas durezas debajo, ¿verdad?, y esas durezas son el hueso, ¿no te parece curioso, Gali?, toca, toca mis dedos: ¿no lo palpas bajo la piel, la grasa y los tendones?, es un hueso cualquiera, como los que César puede roer todos los días, le digo, y ella retira la mano con asco: qué cosas tienes, Héctor, dice, es repugnante, dice, y yo le doy la razón: en efecto, es repugnante pero está ahí, son huesos, Gali, mondos y lirondos, blancos, fríos y duros huesos sin vida: sin vida no, dice ella, pero replico: sin vida, Gali, porque nadie puede vivir con los huesos fuera, los huesos son muerte, por eso nos morimos y sobresalen, emergen y persisten para siempre, pero se ocultan mientras estamos vivos, es curioso, ¿no?, quiero decir que es curioso que seamos incapaces de vivir sin los huesos de nuestra propia muerte, pero más aún: que los llevemos dentro como tumbas, que seamos ellos ocultos por la piel, que seamos el disfraz del esqueleto, ¿no, Gali?, y ella: ¿te pasa algo, Héctor?, y yo: no, ¿por qué?, y ella: es que hablas de algo tan extraño, y yo le digo que es posible y me callo y pienso que quién me manda contarle mi descubrimiento a Galia, sonrío para tranquilizarla y me levanto de la cama, no sin antes cubrirme convenientemente con la sábana, ya que siempre me ha parecido, a propósito del tema, que la desnudez tiene su hora y lugar, como la muerte, y recojo la ropa doblada sobre la silla, me visto en el cuarto de baño y para cuando salgo Galia me espera ya de pie, en bata estampada por cuya abertura despuntan orondos los pechos y destaca el abultado pubis, me da un besazo enorme y húmedo y me envuelve con su cariño y bondad maternales: te quiero, Héctor, dice, y yo a ti, respondo, y no te preocupes, dice, porque otro día nos saldrá mejor, y me recuerda aquel jueves de la primavera pasada, o quizá de la anterior, en que fuimos capaces de hacerlo dos veces seguidas y en que ella me bautizó con el apodo de «hombre lobo»: teniendo en cuenta que hoy he sido «vampirillo», más intelectual pero menos bestia, quién duda de que me convertiré cualquier futuro jueves en «momia» y terminará así este ciclo de avatares terroríficos que comenzó con un «frankenstein» entre luces blancas, olor a fármacos y cuchillas plateadas, pero esto lo digo en broma, porque bien sé que lo nuestro nunca terminará, ya que, a pesar de todo —incluso de mi escasa fogosidad—, es «una locura», o no, porque hay ritual: el rito de decirle adiós a César, ladrando en el patio encadenado a una tubería oxidada, el beso final de Galia, y otra vez en la calle, ya de noche, frotándome los dedos dentro de los bolsillos del abrigo mientras camino, porque vivo cerca de la casa de Galia y tengo mi trabajo cerca de donde vivo, así que me puedo permitir ir caminando de un sitio a otro, todo a mano en mi vida salvo los instantes de vacaciones en que nos vamos al apartamento de la costa, y, sin embargo, debido a la repetición de los veranos, también a mano el apartamento, y la costa, y todo el universo, pienso, tan próximo todo como mis propias manos, y, sin embargo, a veces tan sorprendentemente extraño como ellas: porque de improviso surge lo oculto, los huesos que yacen debajo, ¿no?, pienso eso y froto mis dedos dentro de los bolsillos del abrigo; y ya en casa, comprobar que mi suegro había llegado ya y excusarme frente a él y Alejandra con tonos de voz similares, aunque ambos creen que los jueves me quedo hasta tarde en la consulta «haciendo inventario», que es la excusa que doy, así me cuesta menos trabajo la mentira, ya que me parece que «hacer inventario» es suministrarle a Alejandra la pista de que mi demora es una invención, una alocada fantasía de mi adolescencia póstuma, hasta tal extremo de juego y cansancio me ha llevado el silencio de estos últimos años; además, sospecho que el viejo escoge los jueves para disponer de un rato a solas con Alejandra mientras yo estoy ausente, lo cual, hasta cierto punto, me parece una compensación, Alejandra tiene a su padre y yo tengo a Galia, y sospecho que desde hace meses ambas parejas pasamos el tiempo de manera similar: hablando de tonterías y fumando; el padre de Alejandra, rebasados los ochenta, tiene una cabeza tan perfecta y despejada que te hace desear verlo un poco confuso de vez en cuando, que Dios me perdone, porque además ha sido librero, propietario de una antigua tienda ya traspasada en la calle Tudescos, hombre instruido y amante de la letra impresa, particularmente de los periódicos, y con un genio detestable muy acorde con su inútil sabiduría y su fisonomía encorvada y su luenga barbilla lampiña; Alejandra, que ha heredado del viejo el gusto por la lectura fácil y la barbilla, además de cierta distracción del ojo izquierdo que apenas llega a ser bizquera, se enzarza con él en discusiones bienintencionadas en las que siempre terminan ambos de acuerdo y en contra de mí, aunque yo no haya intervenido siquiera, ya que al viejo nunca le gustó nuestro matrimonio, y no porque hubiera creído que yo era una mala oportunidad, sino por «principios», porque el viejo es de los que odian a priori, y yo nunca sería él, nunca compartiría todas sus opiniones, nunca aceptaría todos sus consejos y, particularmente, jamás permitiría que Alejandra regresara a su área de influencia (vacía ya, porque su otro hijo se emancipó hace tiempo y tiene librería propia en otra provincia); además, mi profesión era casi una ofensa al buen gusto de los «intelectuales discretos» a los que él representa, porque está claro que los dentistas solo sabemos provocar dolor, somos terriblemente groseros, apenas se puede hablar con nosotros a diferencia de lo que ocurre con el peluquero o el callista (debido a que no se puede hablar mientras alguien te hurga en las muelas), y, por último, ni siquiera poseemos la categoría social de los cirujanos: el hecho de que yo ganara más que suficiente como para mantener confortables a Alejandra y a mis dos hijos, poseer consulta privada, secretaria y servicio doméstico, no excusaba la vulgaridad de mi trabajo, pero lo cierto es que nunca me había confiado de manera directa ninguna de estas razones: frente a mí siempre pasaba en silencio y con fingido respeto, como frente a la estatua del dictador, pero se agazapaba aguardando el momento de mi error, el instante apropiado para señalar algo en lo que me equivoqué por no hacerle caso, aunque, por supuesto, nunca de manera obvia ni durante el período inmediatamente posterior a mi pequeño fracaso, porque no era tanto un cazador legal como furtivo y rondaba en secreto a mi alrededor esperando el instante apropiado para que su odio, dirigido hacia mí con fina puntería, apenas sonara, y entonces hablaba con una sutileza que él mismo detestaba que empleasen con él, ya que había que ser «franco, directo, como los hombres de antes», pero yo, lejos de aborrecerle, le compadecía (y fingía aborrecerle precisamente porque le compadecía): me preguntaba por qué tanto silencio, por qué llevarse todas sus maldiciones a la tumba, cuál es la ventaja de aguantar, de reprimir la emoción día tras día o enfocarla hacia el sitio incorrecto; pero lo más insoportable del viejo era su fingida indiferencia, esa charla intrascendente durante las cenas, ese acuerdo tácito para no molestar ni ser molestado, tan bien vestido siempre con su chaqueta oscura y su corbata negra de nudo muy fino: un día te morirás trabajando, me dice cuando me excuso por la tardanza, y no te habrá servido de nada: este gobierno nunca nos devuelve el tiempo perdido ese del señor Joyce, añade (su costumbre de citar autores que nunca ha leído solo es superada por la de citarlos mal), que diga, Proust, se corrige, a mí siempre los escritores franceses me han dado por atrás, con perdón, dice, y por eso me equivoco, y Alejandra se lo reprocha: papá, dice; mientras finjo que escucho al viejo, contemplo a Alejandra ir y venir instruyendo a la criada para la cena y llego a la conclusión de que mi mujer es como la casa en la que vivimos: demasiado grande, pero a la vez muy estrecha, adornada inútilmente para ocultar los años que tiene y llena de recuerdos que te impiden abandonarla; Alejandra tiene amigas que la visitan y le dan la enhorabuena cuando Ameli o Héctor Luis consiguen un sobresaliente; a diferencia de Galia, Alejandra es fría, distinguida e intelectual a su modo, y vive como tantas otras personas: pensando que no está bien vivir como a uno realmente le gustaría, porque Alejandra cree que el matrimonio termina unos meses después de la boda y ya solo persiste el temor a separarse; su religión es semejante: hace tiempo que dejó de creer en la felicidad eterna y ahora tan solo teme la tristeza inmediata; sin embargo, invita a almorzar con frecuencia al párroco de la iglesia y acude a ésta con una elegancia no llamativa, lo que considera una característica importante de su cultura, pues en la iglesia se arrodilla, reza y se confiesa y murmura por lo bajo cosas que parecen palabras importantes; a veces he pensado en la siguiente blasfemia: si a Dios le diera por no existir, ¡cuántos secretos desperdiciados que pudimos habernos dicho!, ¡qué opiniones sobre ambos hemos entregado a otros hombres!, pero lo terrible es que tanto da que Dios exista: dudo que al final me entere de todo lo que comentas sobre mí y sobre nuestro matrimonio en la iglesia, Alejandra, eso pienso; qué va: por paradójico que resulte, la iglesia es el lugar donde la gente como nosotros habla más y mejor, pero todo se disuelve en murmullos y silencio y oraciones, y la verdad se pierde irremediablemente: quizá la clave resida en arrodillarnos frente al otro siempre que tengamos necesidad de hablar, o en hacerlo en voz baja y muy rápido, sin pensar, cómo si rezáramos un rosario; y meditando esto oigo que el viejo me dice: ¿te pasa algo en los dedos, Héctor?, con esa malicia oculta de atraparme en otro error: y es que ahora compruebo que desde que he llegado no he dejado en ningún momento de palparme los extremos de las falanges, los rebordes óseos, el final de los metacarpos; ¿qué opinaría el viejo si le confiara mi hallazgo?, pienso y sonrío al imaginar las posibles reacciones: nada, le digo, y muevo los huesos ante sus ojos y cambio de tema; ni Ameli ni Héctor Luis están en casa cuando llego, e imagino que es la forma filial que poseen de «hacer inventario» por su cuenta, lo cual no me parece ni malo ni bueno en sí mismo, y nos sentamos a la mesa casi enseguida y Alejandra sirve de la fuente de plata con el cucharón de plata las albóndigas de los jueves, y nos ponemos a escuchar la conversación del viejo con el debido respeto, como quien oye una interminable bendición de los alimentos, interrumpido a ratos por las breves acotaciones de Alejandra, solo que esa noche el tema elegido se me hace extraño, alegórico casi, y además empiezo a sentirme incómodo nada más comenzar a comer, porque los brazos, que apoyo en el borde de la mesa, me han desvelado con todo su peso la presencia de los huesos, del cúbito y el radio que guardan dentro, y los codos se me figuran una zona tan inadecuada y brutal para esa respetuosa reunión como colocar quijadas de asno sobre la mesa mientras el viejo habla, y en su discurso de esa noche repite una y otra vez la palabra «corrupción»: ¿habéis visto qué corrupción?, dice, ¿os dais cuenta de la corrupción de este gobierno?, ¿acaso no se pone de manifiesto la corrupción del sistema?, ¿no son unos corruptos todos los políticos?, ¿no oléis a corrupción por todas partes?, ¿no se ha descubierto por fin toda la corrupción?, y mientras le escucho, intento no hacer ruido con mis brazos, porque de repente me parece que la madera de la mesa al chocar contra el hueso produce un sonido como el de un muerto arañando el ataúd y no me parece correcto escuchar la opinión del viejo con tal ruido de fondo, pero como tengo que comer, cojo tenedor y cuchillo y divido una albóndiga en dos partes y me llevo una a los labios intentando no mirar hacia los huesos que sostienen el tenedor, porque no es agradable la paradoja de verme alimentado por un esqueleto, aunque sea el mío, pero mientras mastico con los ojos cerrados oyendo al viejo hablar de la «corrupción» mi lengua detecta una esquirla, un pedacito de algo dentro de la albóndiga, y, tras quejarme a Alejandra con suavidad, recibo esta respuesta: será un huesecillo de algo, es que son de pollo, Héctor, y es quitarme con mis huesos índice y pulgar el huesecillo y dejarlo sobre el plato, e írseme la mente tras esta idea inevitable: que dentro de todo lo blando necesariamente existe lo que queda, el hueso, el armazón, la dureza, el hallazgo, aquello oculto que es blanco y eterno, lo que permanece en el cedazo, la piedra, lo que «nadie quiere»; es imposible huir de «eso que queda», porque está dentro, así que escondo los brazos bajo la mesa, incluso me tienta la idea de comer como César, acercando el hocico al plato, pero ¿acaso no es inútil todo intento de disimulo frente al apocalíptico trajín de la cena?, porque lo que percibo en ese instante es algo muy parecido a una hogareña resurrección de los muertos: incluso con el apropiado evangelista —mi suegro—, gritando «corrupción»: Alejandra coge el pan con sus huesos y lo hace crujir y lo parte, el viejo apoya los huesos en el mantel y los hace sonar con ritmo, Alejandra coge el cucharón con sus huesos y sirve más albóndigas repletas de huesecillos de pollo muerto, el viejo va y se limpia los huesos sucios de carne ajena con la servilleta, Alejandra señala con su hueso la cesta del pan y yo se la alcanzo extendiendo mis huesos y ella la coge con los suyos, hay un cruce de húmeros, cúbitos y radios, de carpos y metacarpianos, de falanges, y nos pasamos de unos a otros, de hueso a hueso, la vinagrera, el aceite, la sal, el vino y la gaseosa, y llegan Ameli y Héctor Luis, una del cine y el otro de estudiar, y saludan, y Ameli desliza sus frágiles huesos de quince años por mi cabeza calva, envuelve con sus breves húmeros mi cuello, me besa en la mejilla: ¿dónde has estado hasta estas horas?, le pregunto, y ella: en el cine, ya te lo he dicho, y yo: pero ¿tan tarde?; sí, dice, habla sin mirar sus manos gélidas, los huesos de sus manos muertas, sus brazos como pinzas blancas; sí, papá, la película terminó muy tarde; y de repente, mientras la contemplo sentándose a la mesa, su cabello oscuro y lacio, los ojos muy grandes, el jersey azul celeste tenso por la presencia de los huesos, he sentido miedo por ella, he querido cogerla, atraparla y bogar juntos por ese fluir desconocido e incesante hacia la oscuridad final: creo que deberías volver más temprano a casa a partir de ahora, Ameli, le digo, y ella: ¿por qué?, con sus ojos brillando de disgusto, y yo, mis brazos escondidos, ocultos, sin revelarlos: creo que las calles no son seguras, y el viejo me interrumpe: hoy ya nada es seguro, Héctor, dice y sigue comiendo, Alejandra sirve albóndigas y Héctor Luis se queja de que son muchas, y Ameli: ¡pero ya tengo quince años, papá!, y yo: es igual, y entonces Alejandra: no seas muy duro con la niña, Héctor, dice, le dimos permiso para que volviera hoy a esta hora, pero ella sabe que solamente hoy; guardo silencio: en realidad, todo se sumerge en el silencio salvo el entrechocar de los huesos; Ameli y Héctor Luis son tan distintos, pienso, pero en algo se parecen, y es que ambos se nos van; no los he visto crecer, los he visto irse: pero ni siquiera eso, pienso ahora, porque jamás he podido saber si alguna vez estuvieron por completo; Ameli tiene novio, pero es un secreto; sabemos que Héctor Luis ha salido con varias chicas, pero lo que piensa de ellas es secreto; ambos se han hecho planes para el futuro, tienen deseos, ganas de hacer cosas, pero todo es secreto: quizá lo comentan en los «pubs» a falta de una buena iglesia en la que poder hablar como nosotros, tan a gusto, pero en casa adoptan los dos mandamientos trascendentales de la familia: nunca hablarás de nada importante y ama el enigma como a ti mismo, ¡y si hubiera solo silencio!, pero es la charla insignificante lo que molesta, y ahora esos ruidos detrás: el golpe, el crujir de nuestros huesos; siento algo muy parecido a la pena, pero una pena casi biológica, como una mota en el ojo o el aroma inevitable de la cebolla cruda, y me disculpo para ir al baño y llorar a gusto por algo que no entiendo, y más tarde, en la cama, con Alejandra a mi lado leyendo complacida un librito de romances, me da por preguntarle: ¿soy demasiado duro contigo? mientras me observo los huesos tranquilos sobre la colcha: mis manos muertas y peladas, los cúbitos y radios en aspa, los húmeros convergiendo, y ella deja un instante el libro que sostiene con sus huesos, me mira sorprendida y dice: no, Héctor, no, ¿por qué preguntas eso?, y yo, insistente: ¿he sido duro contigo alguna vez?, y ella: nunca, y yo: ¿quizá soy demasiado tosco?, y ella: Héctor, ¿qué te pasa?, y yo: demasiado rudo quizá, ¿no?, y ella: no seas bobo, ¿lo dices porque hoy no hablaste apenas durante la cena?, ya sé que papá no te cae bien, me da un beso y añade: procura descansar, el trabajo te agota, y la veo extender las falanges blancas y articuladas de sus dedos, apagar la lamparilla de pantalla rosa y sumir la habitación en una oscuridad donde la luz de la luna, filtrada, hace brillar las superficies ásperas de nuestros huesos; después, en el sueño, he presenciado un teatro de sombras donde mis manos y brazos se movían, desplazándome, porque eran lo único, ya que la vida se había invertido como un negativo de foto y ahora solo importaba lo oculto, el secreto descubierto: los huesos de mis manos se extendían con un sonido semejante a los resortes de madera de ciertos juguetes antiguos, emergiendo del telón negro que los rodeaba: son ellos solos, el mundo es ellos, brazos y manos colgantes que hacen y deshacen, crean y destruyen, no nacen ni mueren, simplemente cambian su posición, horizontal, vertical, en ángulo, hacia arriba o hacia abajo, brazos que se balancean al caminar y manos que agarran con sus huesos cosas invisibles; y a la mañana siguiente, tras toda una noche de sueños interrumpidos y vueltas en la cama, creo comprenderlo: mi revelación es una lepra que avanza incesante, porque suena el despertador con su timbre gangoso que tanto me recuerda a una trompeta de cobre, pongo los pies descalzos en las zapatillas y lo noto: la dureza bajo las plantas, la pelusa del forro de las zapatillas adherida a los huesos del tarso, el rompecabezas de huesos irregulares de mis pies, los extremos de la tibia y el peroné sobresaliendo por el borde del pijama, las rótulas marcando un óvalo bajo la tela extendida, y al erguirme, el crujido de los fémures: el descubrimiento no me hace ni más ni menos feliz que antes, ya que lo intuyo como una consecuencia, pero un estupor inmóvil de estatua persiste en mi interior; y al ducharme viene lo peor, porque entonces compruebo que los golpes de las gotas no me lavan sino que se limitan a disgregarme la suciedad por mis huesos: arrastran el barro de mis costillas goteantes, concentran la cal en mis pies, desprenden la tierra, permean las junturas, las grietas, los desperfectos, rajan los pequeños metacarpos como cáscaras de huevo, horadan mis clavículas y escápulas, pero no hoy ni ayer sino todos y cada uno de los días en un inexorable desgaste, siento que me disuelvo en agua y salgo con prisa no disimulada de la bañera y seco mi esqueleto goteante, deslizo la toalla por el cilindro de los huesos largos como si envolviera unos juncos, la arranco con torpeza de la trabazón de las vértebras, froto como cristales de ventana los huesos planos, pienso que debo conservarme seco para siempre porque de repente sé que soy un armazón de cincuenta años de edad que solo puede humedecerse con aceite, y es en ese instante, o quizá un poco después, cuando apoyo la maquinilla de afeitar contra mi rostro, que siento la invasión final de esa lepra y quedo tan inerme que apenas puedo apartar las cuchillas giratorias de mi mejilla: algo parecido a una horrísona dentera me paraliza, porque de repente noto como el restregar de un rastrillo contra una pizarra o el arañar baldosas con las patas metálicas de una silla, incluso imagino que pueden saltar chispas entre la maquinilla y el hueso de la mandíbula o el pómulo; me palpo con la otra mano la cabeza, siento las durezas del cráneo, el arco de las órbitas, el puente del maxilar, el ángulo de la quijada, y pienso: ¿por qué finjo que me afeito?, ¿acaso mi rostro no es un añadido, una capa, una máscara?; entra Alejandra en ese instante y casi me parece que gritará al ver a un desconocido, pero apenas me mira y se dirige al lavabo; yo me aparto, desenchufo la maquinilla y la guardo en su funda, y ella: ¿ya te has afeitado, Héctor?, y yo: sí, y salgo del baño con rapidez: ¡no podría acercar esa maquinilla a los huesos de mi calavera!; todo es tan obvio que lo inconcebible parece la ignorancia, pienso mientras me visto frente al espejo del dormitorio y abrocho la camisa blanca alrededor de las delgadas vértebras cervicales: llevar un cráneo dentro, una calavera sobre los hombros, besar con una calavera, pensar con una calavera, sonreír con una calavera, mirar a través de una calavera como a través de los ojos de buey de un barco fantasma, hablar por entre los dientes de una calavera: aquí está, tan simple que movería a risa si no fuera espantoso, y me afano en terminar el lazo de mi corbata con los huesos de mis dedos sonando como agujas de tricotar; Alejandra llega detrás, peinándose la melena amplia y negra que luce sobre su propia calavera, y el paso del cepillo descubre espacios blancos en el cuero cabelludo donde los pelos se entierran: parece inaudito saberlo ahora, contemplarlo ahora; entre los dientes sostiene dos ganchillos: el asco llega a tal extremo que tengo que apartar la vista: allí emerge el hueso, pienso, el subterfugio, el disfraz, tiene un defecto, como una carrera en la media que descubre el rectángulo de muslo blanco; allí, tras los labios, los dientes, los únicos huesos que asoman, y vivimos sonriendo y mostrándolos, y nos agrada enseñarlos y cuidarlos y mi profesión consiste precisamente en mantenerlos en buen estado, blancos y brillantes, limpios, pelados, lisos, desprovistos de carne, como tras el paso de aves carroñeras: esa hilera de pequeñas muertes, esa dureza tras lo blando; ¿acaso no es enorme el descuido?; de repente tengo deseos de decirle: Alejandra, estás enseñando tus huesos, oculta tus huesos, Alejandra, una mujer tan respetable como tú, una señora de rubor fácil, tan educada y limpia, con tu colección de novela rosa y tu familia y tu religión, ¿qué haces con los huesos al aire?, ¿no estás viendo que incluso muerdes cosas con tus huesos?, ¡Alejandra, por favor, que son tus huesos hundidos en el cráneo oculto, los huesos que quedarán cuando te pudras, mujer: no los enseñes!; esto va más allá de lo inmoral, pienso: es una especie de exhumación prematura, cada sonrisa es la profanación de una tumba, porque desenterramos nuestros huesos incluso antes de morir; deberíamos ir con los labios cerrados y una cruz encima de la boca, hablar como viejos desdentados, educar a los niños para que no mostraran los dientes al comer: un error, un gravísimo error en la estructura social comparable a caminar con las clavículas despellejadas, tener los omoplatos desnudos, descubrir el extremo basto del húmero al flexionar el codo, mostrar las suturas del cráneo al saludar cortésmente a una señora, enseñar las rótulas al arrodillarnos en la misa o las palas del coxal durante un baile o la superficie cortante del sacro durante el acto sexual: y sin embargo, ella y yo, con nuestros horribles dientes, la prueba visible de la existencia de los cráneos: absurdo, murmuro, y ella: ¿decías algo?, pero hablando entre dientes debido a los ganchillos, como si lo hiciera a través de apretadas filas de lápidas blancas, un soplo de aire muerto por entre las piedras de un cementerio, o peor: la voz a través de la tumba, las palabras pronunciadas en la fosa: no, nada, respondo, y ella, intrigada, se me acerca y arrastra sus falanges por mis vértebras: te noto distante desde ayer, Héctor, ¿te ocurre algo?, ¿es el trabajo?, y juro que estuve a punto de decirle: te la pego con una antigua paciente desde hace varios años, todos los jueves a la misma hora, pero no te preocupes porque una increíble revelación me ha hecho dejarlo, ya nunca más regresaré con Galia, no merece la pena (y por qué no decirlo, pienso, por qué reprimir el deseo y no decir la verdad, por qué no descargar la conciencia y vaciarme del todo); sin embargo, en vez de esa explicación catártica, le dije que sí, que era el exceso de trabajo, y me mostré torpe, callándome la inmensa sabiduría que poseía mientras notaba cómo descendían sus falanges por el edificio engarzado de mi columna, y ella dijo: pero hace mucho tiempo que no me sonríes, y pensé: ¡te equivocas!, somos una sonrisa eterna, ¿no lo ves?: nuestros dientes alcanzan hasta los extremos de la mandíbula y no podemos dejar de sonreír: sonreímos cuando gritamos, cuando lloramos, al pelear, al matar, al morir, al soñar: sonreímos siempre, Alejandra, quise decirle, y la sonrisa es muerte, ¿no lo ves?, quise decirle, nuestras calaveras sonríen siempre, así que la mayor sinceridad consiste en apartar los labios, elevar las comisuras y sonreír con la piel intentando imitar lo mejor posible nuestra sonrisa interior en un gesto que indica que estamos conformes, que aceptamos nuestro final: porque al sonreír descubrimos nuestros dientes, «enseñamos la calavera un poco más», no hay otro gesto humano que nos desvele tanto; la sonrisa, quise decirle, traiciona nuestra muerte, la delata; cada sonrisa es una profecía que se cumple siempre, Alejandra, así que vamos a sonreír, separemos los labios, mostremos los dientes, sonriamos para revelar las calaveras en nuestras caras, hagamos salir el armazón frío y secreto, draguemos el rostro con nuestra sonrisa y extraigamos el cráneo de la profundidad de nuestros hijos, de ti y de mí, del abuelo, de los amigos, de los parientes y del cura; pero no le dije nada de eso y me disculpé con frases inacabadas y ella enfrentó mis ojos y me abrazó y sentí los crujidos, la fricción, costilla contra costilla, golpes de cráneos, y supuse que ella también los había sentido: no seamos tan duros, le dije, y ella respondió, abrazándome aún: no, tú no eres duro, Héctor, y yo le dije: ambos somos duros, y tenía razón, porque se notaba en los ruidos del abrazo, en el telón de fondo de nuestro amor: un sonido semejante al que se produciría al echarnos la suerte con los palillos del I Ching sobre una mesa de mármol, o jugando al ajedrez con fichas de marfil, un trajín de palitos recios como un pimpón de piedra, el entrechocar aparentemente dulce de nuestros esqueletos como agitar perchas vacías; me aparté de ella y terminé de vestirme: quizá soy dura contigo, repitió ella, yo también soy duro, dije, y pensé: y Ameli y Héctor Luis, y todos entre sí y cada uno consigo mismo, ¡qué duros y afilados y cortantes y fríos y blancos y sonoros!; ¿te vas ya?, me dijo, sí, le dije, porque no deseaba desayunar en casa, en realidad no deseaba desayunar nunca más, pero sobre todo, sobre todas las cosas, no deseaba cruzarme con los esqueletos de mis hijos recién levantados, así que casi eché a correr, abrí la puerta y salí a la calle con el abrigo bajo el brazo, a la madrugada fría y oscura; ya he dicho que tengo la consulta cerca, lo cual siempre ha sido una ventaja, aunque no lo era esa mañana: quería trasladarme a ella solo con mi voluntad, sin perder siquiera el tiempo que tardara en desearlo; caminaba observando con mis cuencas vacías las casas que se abren, las figuras blancas que emergen de ellas como fantasmas en medio de la oscuridad, las primeras tiendas de alimentos llenas de huesos y cadáveres limpios de seres y cosas; caminaba y observaba con mis órbitas negras, lleno de un extraño y perseverante horror: ¿qué hacer después de la revelación?, ¿dónde, en qué lugar encontraría el reposo necesario?; porque ahora necesitaba envolverme, ahora, más que nunca, era preciso hallar la suavidad; mientras caminaba hacia la consulta lo pensaba: todos tenemos ansias de suavidad: guantes de borrego, abrigos de lana, bufandas, zapatos cómodos; sin embargo, el mundo son aristas, y todo suena a nuestro alrededor con crujidos de metal; qué pocas cosas delicadas, cuánta aspereza, cuánta jaula de púas, qué amenaza constante de quebrarnos como juncos, de partirnos, qué mundo de esqueletos por dentro y por fuera, móviles o quietos, invasión blanca o negra de huesos pelados, qué cementerio: toda obra es una ruina, toda cosa recién creada tiene aires de destrucción, y nosotros avanzamos por entre cruces, mármol, inscripciones, rejas y ángeles de piedra como espectros, y la niebla de la madrugada nos traspasa, huesos que van y vienen, esqueletos que se acercan y caminan junto a mí y me adelantan, apresurados, aquel que limpia los huesos en ese tramo de la calle, ese otro que espera en la parada, envuelto en su impermeable, huesos blancos por encima de los cuellos, la muerte dentro como una enfermedad que aparece desde que somos concebidos, ¿no hay solución?; y sorprender entonces a un hombre, una figura, no como yo, no como los demás, que se detiene frente a mí y me habla: ¿tiene fuego?, dice, un individuo desaliñado de espesa melena y barba, rostro pequeño, casi escondido, chaqueta sucia y manos sucias que se tambalea de un lado a otro como si el mero hecho de estar de pie fuera un tremendo esfuerzo para él; le ofrezco fuego y se cubre con las manos para encender un cigarrillo medio consumido, entonces dice: gracias, y se aleja; me detengo para observarle: camina con cierta vacilación hasta llegar a la esquina, después se vuelve de cara a la pared, una figura sin rasgos, y distingo la creciente humedad oscura a sus pies, detenerme un instante para contemplarle, volverse él y alejarse con un encogimiento de hombros y una frase brutal; un borracho orinando, pienso, pero al mismo tiempo deduzco: se ha reconstruido, ha verificado su interior, ha exhumado cosas que le pertenecen y le llenan por dentro: líquidos que alguna vez formaron parte de él; eso es un proceso de autoafirmación, pienso: él es algo que yo no soy o que he dejado de ser, ha logrado obtener lo que yo pierdo poco a poco: integridad, quizá porque no tiene que callar, porque es libre para decir lo que le gusta y lo que no, pienso y golpeo con los huesos del pie el cadáver de una vieja lata en la acera, o porque ha aceptado la vida tal cual es, o quizá porque tiene hambre y sed, y necesidad de fumar, dormir y orinar en una esquina, quizá porque siente necesidades en su interior, dentro de esa intimidad de las costillas que en mí mismo forma un espacio negro: sus necesidades le llenan, y yo, satisfecho, camino vacío: eso pensé; era preciso, pues, reformarse, volver a la vida a partir de los huesos, resucitar, aunque es cierto que en algún sitio dentro de mí existían vestigios, cosas que se movían bajo las costillas o en el espacio entre éstas y el hueso púbico, pero era necesario comprobarlo; todo aturdido por el ansia, entré en uno de los bares que estaban abiertos a esas horas y me dirigí apresurado al cuarto de baño, respondiendo con un gesto al hombre que atendía la barra y que me dijo buenos días; ya en el urinario, muy nervioso, busqué mi pija semihundida, perdonando la frase, la extraje y me esforcé un instante: tras un cierto lapso, comprobé la aparición brusca del fino chorro amarillo y sentí una distensión lenta en mi pubis que califiqué como el hallazgo de la vejiga: al fin me sirves de algo, pensé mientras me sacudía la pilila, perdonando la bajeza; así, convertido en pura vejiga, salí a la calle de nuevo y respiré hondo: noté bolsas gemelas a ambos lados del esternón, sacos que se ampliaban con el aire frío de la mañana, y descubrí mis pulmones; en un estado de alborozo difícilmente descriptible me tomé el pulso y sentí, con la alegría de tocar el pecho de un pájaro recién nacido, el golpeteo suave de la arteria contra mi dedo, su pequeño pero nítido calor de hogar, y supe que guardaba sangre y que mi corazón había emergido; caminando hacia la consulta completé mi resurrección, la encarnación lenta de mi esqueleto; así pues, yo era pulmones y vejiga, yo era intestino, tripas, estómago, yo era músculos del pene, tendones, sangre, hígado, vesícula, bazo y páncreas, yo era glándulas y linfa, todo suave, todo lleno, ocupando intersticios como si vertieran sobre mí unas sobras de hombre: yo era, por fin, globos oculares líquidos, yo era lengua y labios, yo era el abrir lento de los párpados, la creación del paladar, la suave nariz horadada, la humedad limpia de la saliva, la lágrima tibia y el sudor de los poros; yo era sobre todo mi propio cerebro, las revueltas grises de los nervios, la masa de ideas invisibles, la voluntad, el deseo, el pensamiento; llegué a la consulta recién creado, aún sin piel pero ya formado y funcionando, atravesé el oscuro umbral con la placa dorada donde se leía «Héctor Galbo, odontólogo», preferí las escaleras y abrí la puerta con la delicadeza muscular de un relojero, con la exactitud de un ladrón o un pianista; Laura, mi secretaria, ya estaba esperándome, y el vestíbulo aparecía iluminado así como la marina enmarcada en la pared opuesta, y me dejé invadir por el olor a cedro de los muebles, la suavidad de la moqueta bajo los pies, y cuando mis globos oculares se movieron hacia Laura pude parpadear evidenciando mi perfección; entonces, la prueba de fuego: me incliné para saludarla con un beso y percibí la suavidad de mi mejilla, los delicados embriones de mis labios, y supe que por fin la piel había aparecido: cabello, pestañas, cejas, uñas, el florecer de mi bigote negro; besarla fue como besarme a mí mismo: buenos días, doctor Galbo, me dijo, noté las cosquillas de mi camisa sobre mi pecho velludo, muy velludo, buenos días, dije, buenos días, Laura, y percibí mi laringe en el foso oculto entre la cabeza y el pecho, sentí el aire atravesando sus infinitos tubos de órgano: buenos días, repetí despacio saludando a todo mi cuerpo reflejado en el espejo del vestíbulo, mi cuerpo con piel y sentimientos, mi cuerpo vestido, bajito, mi cabeza calva y mi rostro bigotudo: buenos días, doctor Galbo, hoy viene usted contento, dice Laura, sí, le dije, vengo aliviado, quise añadir, he orinado en un bar y he descubierto por fin que tengo vejiga, y a partir de ahí todo lo demás, pero en vez de decirle esto pregunté: ¿hay pacientes ya?, y ella: todavía no, y yo: ¿cuántos tengo citados?, y ella: cinco para la mañana, la primera es Francisca, ah sí, Francisca, dije, sí: sus prótesis darán un poco la lata, y me deleito: oh mi memoria perfecta, mis sentidos vivos, mis movimientos coordinados, sí, sí, Francisca, muy bien, y mi imaginación: porque de repente me vi avanzando hacia mi despacho con los músculos poderosos de un tigre, todo mi cuerpo a franjas negras, mis fauces abiertas, los bigotes vibrantes, los ojos de esmeralda, y mi sexo, por fin, mi sexo: porque Laura, con la mitad de años que yo, me parecía una presa fácil para mis instintos, una captura que podía intentarse, la gacela desnuda en la sabana; ya era yo del todo, incluso con mis pensamientos malignos, incluso con mi crueldad, por fin: avíseme cuando llegue, le dije, y entré en mi despacho, me quité el abrigo y la chaqueta, me vestí con la bata blanca, inmaculada, mi bata y mi reloj a prueba de agua y de golpes, y mi anillo de matrimonio, y los periódicos que Laura me compra y deposita en la mesa, y mi ordenador y mis libros, y mis cuadros anatómicos: secciones de la boca, dientes abiertos, mitades de cabezas, nervios, lenguas, ojos, mejor será no mirarlos, pienso, porque son hombres incompletos, yo ya estoy hecho, pienso, envuelto al fin de nuevo en mi funda limpia, recién estrenado; por fin pensar: saber que he regresado al origen, me he recobrado, he impedido mi disolución guardándome en un cuerpo recién hecho; no recuerdo cuánto tiempo estuve sentado frente al escritorio saboreando mi triunfo, pero sé que la segunda y más terrible revelación llegó después, con el primer paciente, y que a partir de entonces ya no he podido ser el mismo, peor aún, porque me he preguntado después si he sido yo mismo alguna vez, si mi integridad fue algo más que una simple ilusión: y fue cuando sonó el timbre de la puerta, el siguiente timbre, el nuevo timbre que me despertó de la última ensoñación (como el de casa de Galia, o el del despertador con sonido de trompeta de cobre, ahora el de la consulta, pensé, y no pude encontrarles relación alguna entre sí, salvo que parecían avisos repentinos, llamadas, notas eléctricas que presagiaban algo), y Laura anunció a la señora Francisca, una mujer mayor y adinerada, como Galia, como Alejandra, con las piernas flebíticas y el rostro rojizo bajo un peinado constante, que entró con lentitud en la consulta hablando de algo que no recuerdo porque me encontraba aún absorto en el éxito de mi creación: fue verla entrar y pensar que iría a casa de Galia cuando la consulta terminara y le diría que todo seguía igual, que era posible continuar, que nada nos estorbaba, y después llegaría a mi casa y le diría a Alejandra que la quería, que nunca más sería duro con ella ni con Ameli, eso me propuse, y saludé a la señora Francisca con una sonrisa amable, y la hice sentarse en el sillón articulado, la eché hacia atrás con los pedales, la enfrenté al brillo de los focos y le pedí que abriera la boca, porque eso es lo primero que le pido a mis pacientes incluso antes de oír sus quejas por completo: como estoy acostumbrado a que esta instrucción se realice a medias, me incliné sobre ella y abrí mi propia boca para demostrarle cómo la quería: así, abra bien la boca, le dije, ah, ah, ah, y es curioso lo cerca que siempre estamos de la inocencia momentos antes de que un nuevo horror nos alcance: incluso éste aparece al principio con disimulo, revelándose en un detalle, en un suceso que, de otra manera, apenas merecería recordarse, porque mientras Francisca, obediente, abría más la boca, descubrí el último de los horrores, la luz del rayo que nunca debería contemplar un ser humano, la degradación final, tan rápida, pavorosa e inevitable como cuando presioné el timbre de Galia, pero mucho peor porque no era lo oculto, lo que era, sino lo que no era, aquello que falta, no lo que se esconde sino lo que no existe: la nueva revelación me violó, perdonando la brutalidad, de tal manera que todos mis logros anteriores adoptaron de inmediato la apariencia de un sueño que no se recuerda sino a fragmentos, e incapaz de reaccionar, permanecí inmóvil, inclinado sobre la mujer, ambos con la boca abierta, ella con los ojos cerrados esperando sin duda la llegada de mis instrumentos; pero como no llegaban los abrió, me vio y advirtió en mi rostro el horror más puro que cabe imaginarse: qué pasa, doctor, me dijo, qué tengo, qué tengo, pero yo me sentía incapaz de responderle, incapaz incluso de continuar allí, fingiendo, así que retrocedí, me quité la bata con delirante torpeza, la arrojé al suelo, me puse la chaqueta y salí de la habitación, corrí hacia el vestíbulo sin hacer caso a las voces de la paciente y a las preguntas de Laura, abrí la puerta, bajé las escaleras frenéticamente y salí a la calle: no sabía adónde dirigirme, ni siquiera si tenía sentido dirigirme a algún sitio; contemplé a los transeúntes con muchísima más incredulidad de la que ellos mostraron al contemplarme a mí: ¿era posible que todos ignoraran?, ¿hasta ese punto nos ha embotado la existencia?; hubo un momento terrible en el que no supe cuál debería ser mi labor: si caer en soledad por el abismo o arrastrar como un profeta a las conciencias ciegas que me rodeaban; es cierto que toda gran verdad precisa ser expresada, pero la locura de mi actual situación consistía en que esta verdad última era inexpresable: quiero decir que esta verdad final no era algo, más bien era nada, así que no podía soñar con explicarla: quizá el silencio en el gélido vacío entre las estrellas hubiera sido una explicación adecuada, pero no un silencio progresivo sino repentino y abrupto: una brecha de espacio muerto, una bomba inversa que absorbiera las cosas hacia dentro, que nos introdujera a todos en un mundo sin lugares ni tiempo donde la nada cobrara alguna especial y terrible significación, quizá entonces, pensé, y corrí por la acera intuyendo que cada minuto desperdiciado era fatal: ¿le ocurre algo?, fue la pregunta que me hizo un individuo que aguardaba frente a un paso de peatones cuando me acerqué, y solo entonces fui consciente de que tenía ambas manos sobre la boca, como si tratara de contener un inmenso vómito; mi respuesta fue ininteligible, porque sacudí la cabeza diciendo que no, pero esperando que él entendiera que eso era lo que me pasaba: que no; si hubiera podido hablar, habría respondido: nada, y precisamente ahí radicaba lo que me ocurría: me ocurría nada, pero era imposible hacerle comprender que nada era infinitamente peor que todos los algos que nos ocurren diariamente; no pude hacer otra cosa sino alejarme de él con las manos aún sobre la boca, corriendo sin saber por dónde iba pero con la secreta esperanza de no ir a ninguna parte, de no llegar, de seguir corriendo para siempre, porque no podía presentarme en casa de aquel modo, no con aquel fallo, sería preciso hacer cualquier cosa para remediar esa escisión, quizá comenzar desde el principio, reunir de nuevo el hilo en el ovillo, a la inversa: pensar en el instante anterior a la revelación, notar la presencia para comprender ahora la falta; pero cómo describirlo: cómo decir que había conocido de repente la boca cuando la paciente abrió la suya y yo quise indicarle cómo tenía que hacerlo y abrí la mía; fue entonces: el tiempo se congeló a mi alrededor y quedé solo en medio de mi hallazgo, como un náufrago, paralizado por la revelación suprema, incapaz de comprender, al igual que con la anterior, por qué no lo había sabido hasta entonces: la boca, claro, ahí, aquí, abajo, bajo mi nariz, en mi rostro, la boca: de repente me había percatado de la verdad, tan simple e invisible debido a su propia evidencia: la boca no es nada, lo comprendí al pedirle a la paciente que la abriera y al abrir la mía: ¿qué he abierto?, pensé: la boca; pero entonces, si la boca abierta también es la boca, el resultado era una oscuridad, un agujero vacío, un abismo; quiero decir que, de repente, al ver la boca, al inclinarme para verla, no la vi, pero no la vi justamente porque era eso: el no verla; si hubiera visto la boca de la misma forma que veo mis dedos, por ejemplo, no lo sería o estaría cerrada; sin embargo, el horror consiste en que una boca abierta también es una boca: como llamarle «dedos» al espacio vacío que hay entre ellos; ¡pero eso no era todo!: si aquel defecto, aquella nada, era, ¿cómo podía evitar la llegada del vacío?, ¿cómo impedir que todo siguiera siendo lo que es en la nada?, ¿cómo pretender recobrar mi cuerpo si me evacuo por ese agujero negro y absurdo?; lo comprendí: ¡si todo se hubiera cerrado a mi alrededor!, ¡si las junturas hubieran encajado perfectamente, sin interrupciones, sin oquedades!, pero tenía que estar la boca, la boca abierta que también era la boca, y ahora ¿cómo permanecer incólume?, ¿cómo seguir inmutable, conservándome dentro, si allí estaba eso que no era, esa nada negra implantada en mí?; corrí, en efecto, a ciegas, no recuerdo durante cuánto tiempo, hasta que un nuevo acontecimiento pudo más que mi propia desesperación: en una esquina, recostado en un portal, distinguí a un hombre, el borracho de aquella madrugada, que parecía dormir o agonizar: un sombrero gris le cubría casi todo el rostro salvo la barba, y allí, insertado en lo más hondo del pelo, un agujero abierto, sin dientes, sin lengua, una cosa negra y circular como una cloaca o la pupila de un cíclope ciego que me mirara, aunque yo fuera «nadie», el vacío terrible, la nada; de repente se había apoderado de mí un horror supremo, un asco infinito, la conjunción final de todo lo repugnante, y me alejé desesperado cubriéndome con las manos aquel «salto», aquel «vacío» letal, atenazado por una sensación revulsiva, un pánico que era como cribar mis ideas con violencia hasta romperlas, la certeza de mi perdición, el desprendimiento a trozos de mi voluntad frente a lo irremediable: esa boca abierta, el error por el que todo entra y todo sale, los secretos, la palabra, el vómito, la saliva, la vida, el aliento final, porque me había envuelto en mi propio cuerpo para hallar algo último que no cierra, ese terrible defecto tras los labios del beso, tras el lenguaje cotidiano, tras los gestos de comer y masticar, más allá de los dientes y la lengua, ese algo que no es el paladar ni la faringe ni la descarga de las glándulas, ese vacío que me recorre hacia dentro, el túnel deshabitado del gusano, la nada, la negación, eso que ahora empezaba a corroerme; porque si existía la boca, nada podía detener la entrada del vacío; así que cerca de casa empecé a perderme, a dividirme en secciones, a horadarme: primero fue la piel, que apenas se presiente, que es casi solamente tacto, la piel que cayó a la acera mientras corría, la piel con mi figura y mis rasgos que se me desprendió como la de un reptil mudando sus escamas, porque el vacío se introducía bajo ella como un cuchillo de aire y la separaba; entonces los músculos y los tendones, en silencio: ¿qué protección pueden ofrecer frente a los túneles de la nada?, ¿qué defensa procuran ante esa marea de vacío, ese fallo que me alcanzaba como a través de un sumidero?, también ellos caen y se desatan como cordajes de barco en una tempestad; la calle en la que vivo recibió el tributo de la lenta pero inexorable pérdida de mis vísceras: ese trago infecto de nada, que no está pero es, provoca la caída de mi estómago y mis intestinos, mi hígado derretido y mi bazo, los pulmones sueltos que se alejan por el aire como palomas grises, el corazón que ya no late, madura, se endurece y cae, gélido como el puño de un muerto, porque nada puede latir frente a la boca, los nervios arrastrados por la acera como hilos de un títere estropeado, los ojos como gotas de leche derramada, la suave materia de mi cerebro, la exactitud de mis sentidos, la excitante delicia del deseo, la provocación del hambre y el instinto, las sensaciones, los impulsos: todo cae y se pierde, todo gotea incesante desde mi armazón, todo se va y se desvanece calle abajo; entro en casa al fin, ya solo mi esqueleto muerto y limpio, y pienso: mis hijos están en el colegio, por fortuna; me dirijo al salón y allí encuentro a Alejandra, que me mira con pasmo; se halla sentada en su sofá tejiendo algo, y probablemente destejiéndolo también, creando y destruyendo en un vaivén de interminable dedicación; entonces me detengo frente a ella, aparto con lentitud las falanges blancas de mi oquedad y la descubro, por fin, en toda su horrible grandeza: la boca abierta, las mandíbulas separadas, el enorme vacío entre maxilares, la verdadera boca que no es, desprovista del engaño de las mucosas, ese espacio negro que nada contiene, y hablo, por fin, tras lo que me parecen siglos de silencio, y mis palabras, emergiendo de ese vacío, son también vacío y horadan: Alejandra, hablo, llevo años traicionándote con una mujer que conocí en la consulta, y ella: Héctor, qué dices, y yo: es guapa, pero no demasiado, cariñosa, pero no demasiado, inteligente, pero no demasiado: lo mejor que tiene es que me quiere y que intentó hacerme feliz, y que nunca me ha creado problemas salvo la necesidad de mentirte, de ocultártelo, una mujer con la que descubrí que puede haber una cierta felicidad cotidiana a la que nunca deberíamos renunciar, como hemos hecho tú y yo, ni siquiera a esa cierta felicidad cotidiana, una mujer, en fin, con la que he sabido que ya todo es igual, que incluso el pecado termina alguna vez, incluso la culpa, incluso lo prohibido, y ella: Héctor, Héctor, qué te pasa, dice, que ya basta de mentiras, respondo y me deshago de su lento abrazo y de sus lágrimas, y basta de silencio, porque era necesario hablar, pero no solo a ti, no, no solo a ti, y ella, gritando: ¿adónde vas?, pero su grito se me pierde con el mío propio, que ya solo oigo yo, y eso es lo terrible: porque mi garganta ha desaparecido y solo quedan las tenues vértebras y el deseo de ser escuchado; corro entonces a casa de Galia arrastrando apenas los jirones blancos de mis huesos por la acera, y ella misma abre la puerta y grita al verme: no, Galia, no podemos seguir juntos, dije entonces, no tengo nada más que hacer aquí, tú, viuda y solitaria, yo, casado y solitario, nada que hacer, Galia, no más consuelos, no más secretos, basta de felicidad y de cariño doméstico, porque llega un instante, Galia, en que todo termina, y lo peor de todo es que tú no eres una solución: ¿por qué?, me dijo: porque es necesario decir la verdad y revelar la mentira, repliqué, aunque nos quedemos vacíos, es necesario abrir las bocas, Galia, le dije, y volcarnos en hablar y hablar y destruirlo todo con las palabras, dije, porque si algo somos, Galia, es aliento, así que es necesario, por eso lo hago, dije, y me alejé de ella, que gritó: ¿adónde vas?, pero su grito se perdió dentro del mío, que ya era tan enorme como el silencio del cielo; y me alejé de todos, de una ciudad que no era mi ciudad, de una vida que no era mi vida, corrí ya casi llevado por el viento, las espinas delgadas de mi cuerpo flotando en el aire, corrí, volé hacia los bosques transportado por una ráfaga de brisa como el polvo o la basura, avancé por la hierba, entre los árboles, desgastándome con cada palabra: basta con eso, dije, no más hogar, no más vida, no más esfuerzo, dije, grité en silencio: ya basta de mundo y de existencia, ya basta de hacer y de procurar, soportar, callar y mirar buscando respuestas, no, no más luz sobre mis ojos, nunca otro día más, basta de desear y pretender, de conseguir y por último perder lo conseguido y enfermar y morir y terminar en nada, todo vacío, intrascendente, limitado y mediocre: basta, porque hay un error en nosotros, un hiato perenne, el sello de la nada, esta boca siempre abierta, este hueco hacia algo y desde algo, miradlo: está en vosotros, el sumidero, el vórtice; lo he soportado todo, incluso los años de silencio, los años iguales y el silencio, la muerte interior, el vacío interior, la falsa esperanza, la ausencia de deseos, pero no puedo soportar esta conexión: si tiene que existir esto, este hueco vacío y nulo, esta ausencia de mi carne y de mi cuerpo, si tiene que existir la boca, prefiero echarlo todo fuera, dejar que todo se vaya como un soplo puro, que lo oigan todos, que todos lo sepan, prefiero esto a la falsa seguridad de un cuerpo muerto, eso dije, eso grité, y me vi por fin convertido en nada, la oquedad llenando todos mis huesos abiertos como flautas mudas, desmenuzados como arena por fin, solo esa ceniza última, apenas el rastro leve que el viento termina por borrar, el vacío enorme de esa boca que tiene que decir y revelar y descubrir y gritar y acusar y vaciarme hacia fuera desde dentro y mezclarme con todo, esa boca abierta e infinita del silencio absoluto por la que hablo aunque nadie oiga

    11. Llenamos el cuarto de semen


    1. De las tres piezas de esta colección, La Tolomea, LaSerafina y La duquesa de la Rosa, la primera desenvuelve elargumento, tratado antes por sus más célebres contemporáneos en Losengaños y La Medora, si bien no es digna de alabanza por lasinvenciones fantásticas y absurdas que la llenan


    2. Escenas notables, de esasque, separadas del conjunto, llenan plenamente y encantan á la par porla energía y elevación del estilo, no faltan en ninguna de sus piezas;pero ninguna de éstas puede llamarse drama verdadero


    3. Cuántos nobles calaveras mentir subterráneos sin el resto del cuerpo! Cuántas grandes duques y grandes duquesas refinados cadáveres llenan los cementerios rusos! Y conociendo a Abel que Caín quería matarlo, lo mataría primero? La filosofía correcta, coherente con la naturaleza de cada hombre


    4. Acelerar el ritmo para llegar a él, pero yo no puedo evitar dejar a la vista de otra pintura maravillosa: muestra la vida en todas sus fases; alternando escenas aquí es tranquila, descontados e ineludible; cambiar de nacimiento, donde la madre es representada en el trabajo, la sepultura, donde las páginas y las damas de regalos llenan el lugar de descanso final de fallecida


    5. Los cantos de la infancia, del pueblo los clamores, Que llenan todo el templo cual coro universal


    6. celosísimos que entusiasman alpueblo y que llenan de remordimientos el alma de


    7. sentimientos que llenan su corazón?


    8. Ocupaciones son estas que llenan alegremente mi


    9. civilizaciones humanas que llenan de expectación e interés al


    10. número ciento y llenan el bambú ó tutus, por lo cual dirían un tutus, satutus, de donde la

    11. vasto resplandor llenan los colectores de altas energías de


    12. apiñados y compactos grupos, ymultitud de arbustos, llenan los intersticios entre los troncos; el


    13. el agua hacia hondonadas donde se estaciona en charcaspestilentes; las llenan de basura que debiera servir


    14. transparencia,repugnantes haces llenan sus orillas cenagosas y cuando el sol las secaun olor fétido se


    15. Siguen tres meses cuyas fechas llenan el diario con


    16. independencia delos helenos; hay en él estrofas que me llenan


    17. tierra los naturalesque las presienten se llenan de pavor y se


    18. esosdesterrados de la ciencia, que, sin embargo, lo llenan todo y


    19. A las dos en punto de la tarde, las bancas se llenan y los


    20. llenan el mundo con el horrorde su nombre, el reflejo vivo de la situación interior del

    21. »,que lo dejan en el sitio, y las listas de la contribución se llenan enuna


    22. Pero por tres perros me llenan un frascopara todo el día


    23. Se llenan luego los intestinos, haciéndolos deltamaño que se quiera, se


    24. de ternera, bien limpio; se llenan lossalchichones apretando bien la carne y pinchando mucho el intestino;


    25. raspaduras de limón; se batenlas claras a la nieve y se incorporan; se tienen preparadas unas cajitasde papel, del tamaño que se deseen los bizcochos, se llenan de pasta y semeten al horno; cuando se han cocido se


    26. Cuando haya tomado bastante punto se pasan y se llenan los tarros,dejándolos descubiertos en sitio muy


    27. lasaguas sucias que la llenan de grasa


    28. —Las señoras que por curiosidad llenan los palcos,


    29. los sollozos llenan los largos intervalos de silencio


    30. parte,pienso que los diarios de hoy no llenan su objeto porque la

    31. de esas pasiones que en laadversidad se exacerban y llenan toda la vida?


    32. Tres personajes que llenan la historia de la humanidad, han pisado en unmismo siglo las escaleras de ese


    33. Los numerosos dependientes que por toda la línea llenan el servicio,


    34. duplican, las casas de correccion que se llenan, en una palabra, los datos que cada año se publican


    35. admirables las estatuas griegas del Gladiador y de la Vénus, que llenan de asombro el ánimo y hacen la


    36. ¿Amará Angué? ¿Obedecerá su languidez á uno de esos tiernossentimientos que llenan el alma? No


    37. columnas de sus periódicosde cuándo en cuándo, se llenan con la relación de conmovedoras escenasen que la abnegación y el desinterés juegan en primer término


    38. encabezamiento, se llenan los huecosestampando tres nombres, dos de libre elección del votante y


    39. y se llenan la boca de pan endulzado;


    40. No es que toda la materia y la energía del universo estuvieran apretadas en un pequeño rincón del universo actual, sino que el universo entero, materia y energía y el espacio que llenan, ocupaba un volumen muy pequeño

    41. Mientras, las tres figuras llenan la pantalla


    42. Aparece en este momento en Deir el-Medina un pueblo para albergar a la gran población que constituyen los trabajadores de la necrópolis; y es principalmente de las ruinas de esta aldea de donde proceden la gran mayoría de los objetos de época tebana que llenan nuestros museos


    43. Entra y enciende la luz, pulsa un botón y las notas de un sarod llenan la estancia vacía


    44. Y hay historias secretas que permanecen ocultas en las sombras de la memoria, son como organismos vivos, les salen raíces, tentáculos, se llenan de adherencias y parásitos y con el tiempo se transforman en materia de pesadillas


    45. Para no despertar sospechas descendieron hasta el puerto, donde era fácil hacer perder sus huellas entre la multitud de marineros, soldados y mercaderes que lo llenan a todas horas


    46. Los hombres encogidos como él, cuando se deciden a declararse, tiemblan, sus ojos se llenan de lágrimas, tartamudean algunas palabras torpes… pero puede creérseles… toda esa timidez revela la pureza de un sentimiento que no saben fingir… Pero los hombres como Enrique, son abismos en los que es difícil adivinar lo que hay


    47. Ciertas voces no tienen en ningún lenguaje la extensión que debieran, y si despojar a un viajante de su pañuelo se llama robo, para expresar la tala de una comarca, la expropiación forzosa de un pueblo entero, los idiomas tienen pérfidas voces y frases con que se llenan la boca los diplomáticos y los conquistadores, pues nadie se avergüenza de nombrar los grandiosos planes continentales, la absorción (16) de unos pueblos por otros


    48. El clave sufrió la suerte de los hombres que a cierta edad se vacían de ilusiones y se llenan de positivismo


    49. ¡Mis ojos, que la han perdido, se llenan de lágrimas; el amor se acrecienta y la paciencia disminuye!


    50. –Así lo hacen los nómadas: cavan un agujero, llenan el fondo con piedras, ponen más piedras en los bordes y un sitio para encender la hoguera sin que el viento los moleste










































    1. Al entrar en la trastienda, percibí una densa expectación llenando el ámbito de la sala como


    2. constatación de que, por momentos, la sala se estaba llenando


    3. Otra característica del lugar es increíble la grosura de sus habitantes: por el contrario, más grasa se tenga, mejor podremos defender, llenando la ropa como lo hacen, muchos cuchillos y espadas que les permitan competir en una especie de victorias en torneos, que pueden manchar de sangre, el mayor número cuchillas


    4. Luego, con la brisa, esa mierda les entró a los indios por las bocas llenando sus pulmones de tubérculos que les infl amaban los cuerpos y les mataban


    5. a un hombrecomo usted, con ese traje, y llenando su escudilla en


    6. Una de las plataformas de ubicación se va llenando de


    7. y en la otra plataforma se va llenando de representaciones de


    8. obstante, María, cuya inspiración poética primósiempre en nuestras empresas, obtuvo que aplazáramos el fenómeno hastaque una gran lluvia, llenando el pozo, nos proporcionara satisfacciónartística, a la par que científica


    9. fueron grandes, llenando elmundo con el poderío de su


    10. Los fieles comenzaban a acudir yse iba llenando

    11. Un gran barco carboneroestaba llenando sus calas y repartía en derredor una mancha


    12. Brull jefe del gobierno, llenando la primera plana de losperiódicos con discursos de


    13. y llenando los claros que yo iba haciendo en los platosque me servían sin cesar


    14. del sol vivificante; la sonora voz de las campanas de todos lostemplos, llenando de armonías el espacio; y


    15. Los cuerpos, llenando el espacio, llenarian unaparte de la esencia de Dios, y serian conmensurados con ella; y en lasuposicion de un vacío, una parte de la


    16. se desplomaban llenando el espacio depolvo de agua, callábanse


    17. desfilaban hacia el Sur,saliendo de los bosques, llenando los


    18. llenando de emoción a los asistentes


    19. Los cestos se iban llenando


    20. obras de la civilización, se cobraban esteservicio llenando sus

    21. llenando casi todo elvidrio con su cuerpo hinchado de rabia y de


    22. Meses antes los había encontrado en todas partes, llenando los


    23. enciende y alumbra llenando de luz los espacios; y elobjeto de mi amor más bajo, como átomo


    24. fructíferos, llenando de mantenimiento, y dealegría nuestros corazones


    25. Llenando el vaso de su padre, deslizó la jarra, giró de nuevo los ojos al frente de la


    26. Sole les entregaba el hambre llenando sus cazos, y el consuelo de un chusco de pan


    27. Estamos llenando de interferencias el canal interestelar


    28. Mientras Maurice trabajaba con ardor, el mensajero llegaba a la antigua calle Saint-Jacques, llenando la casa de estupefaccion y espanto


    29. En su trayectoria desde la Tierra a Venus descubrió y midió el viento solar, el flujo de partículas cargadas que emana del Sol hacia el exterior, llenando las magnetosferas de todos los planetas que se cruzan en su camino, hinchando las colas de los cometas y estableciendo la distante heliopausa


    30. Mientras estaba allí llenando mi pipa, oí que Partridge entraba en el comedor y decía con voz grave:

    31. El patio se iba llenando de los vestidos claros de las mujeres, que eran mayoría


    32. Pues, extrañamente, lo que subía entonces hasta las terrazas, todavía soleadas, en la ausencia de los ruidos de coches y de máquinas que son de ordinario el lenguaje de las ciudades, no era más que un enorme rumor de pasos y de voces sordas, el doloroso deslizarse de miles de suelas ritmado por el silbido de la plaga en el cielo cargado, un pisoteo interminable y sofocante, en fin, que iba llenando toda la ciudad y que cada tarde daba su voz más fiel, y más mortecina, a la obstinación ciega que en nuestros corazones reemplazaba entonces al amor


    33. Durante aquellas horas los inmensos tanques se habían ido llenando, y al cargarse, la línea de flotación había ido descendiendo más y más, hasta alcanzar la entrada de la «cueva»


    34. Centelleaban de azul, llenando el prolongado silencio


    35. ¡Bienaventurados obreros, y qué felices iban a ser cuando aquella máquina, todavía no armada, echase a andar, llenando a España con su admirable movimiento y esparciendo rayos de beneficencia por todas partes!


    36. Mas Bertuccio se desquitó, llenando de flores y adornos las antesalas, las escaleras y chimeneas


    37. Eragon se colocó al lado de Saphira mientras los vardenos penetraban en el patio, llenando el aire con sus gritos de batalla


    38. El maltés los miró detenidamente, y sus ojos hundidos se fueron llenando de lágrimas poco a poco


    39. Allí, con su lanza y su escudo, comprobó la resistencia del muro de pizarra de la proa y, satisfecho, se dio la vuelta y observó a los soldados que iban llenando el espacio entre la pizarra y los sacos


    40. —Y el ganador es Eragon —anunció el rey, llenando el gran salón con su sonora voz

    41. Y lo tremendo fue aquel rugido del fondo de la tierra, aquel resuello de gigante que se sintió largamente, llenando el aire de espanto


    42. Pasó el invierno comiendo zanahorias, sin quejarse del frío, encerrado en su habitación, llenando páginas y páginas con su minúscula letra en tinta negra


    43. Disfrutando estaba de su bebida y, en tanto el mesón se iba llenando de personal, dejó correr su pensamiento


    44. Compruebo que el pozo se va llenando porque se me alborotan los sueños


    45. Un redoble de tambores y atabales y el son de añafiles y trompetas anunciaron que en aquel momento el palco real se iba llenando a la vez que lo hacía el patíbulo; en el primero, los grandes del Reino, y en el segundo la escoria del mismo


    46. El templo se fue llenando de gentes curiosas que, atraídas por el suceso, querían ver de cerca a la protagonista del mismo


    47. Para servirles, Antonio se levanta, toma la botella, que está en el centro de la mesa, y va llenando las copas todo alrededor, hasta llegar


    48. Más rápido también se hacía el ritmo de la canción llenando las plantaciones, activando a los recolectores:


    49. Y llenando un vaso de gaseosa, la joven agregó, levantándolo hacia los muchachos:


    50. Seguimos un sendero entre los árboles y allí estaba el manantial, llenando sus dos cuencas abiertas en la roca mientras el agua fluía y saltaba risco abajo














































    1. El Puerto Deseado es muy angosto en elespacio de media legua, la velocidad de la corriente en el flujo yreflujo es de siete á ocho millas por hora, y una gran parte del fondoestá sembrada de bancos y piedras: sus campañas están cubiertas dearena, de modo que no se encuentra en ellas un arbusto: no hay en todoaquel terreno, manantial de agua dulce, ni los pozos ó cazimbas que sehan abierto en la playa, pueden dar la cantidad suficiente para el gastodiario de las embarcaciones, y para llenar la vasijeria de la bodega


    2. Ciertamente la literatura selecta con la que había mandado llenar los anaqueles del despacho


    3. de las telecomunicaciones vieron para llenar de fibra óptica


    4. polemizar en las noticias y que suelen llenar nuestras


    5. Suavemente podía deslizarse en cada uno de esos intersticios y llenar el lugar con


    6. La ciencia no puede llenar los vacíos que deja la ausencia de


    7. Robots llenar la línea de producción resultando incluso más robots a una velocidad increíble


    8. mayor realización, que encierre la promesa de completar el ser incompleto y de llenar esa sensación de


    9. Por eso, ambos son también informales: en el marco de las familias y de las redes sociales de apoyo, las personas despliegan múltiples estrategias para llenar los vacíos que dejan tanto su capacidad de satisfacer privadamente el acceso a los bienes y los servicios, como la propia participación estatal


    10. En este último caso, quedan planteadas preguntas tales como cuál debería ser la corresponsabilidad estatal ante el uso de las remesas para comenzar a llenar vacíos en materia de políticas públicas; en qué medida las agencias de cooperación podrían proponerse objetivos de fortalecimiento de la producción pública del bienestar que, a la vez que integre a las organizaciones públicas no estatales como las asociaciones comunales y de economía social, también promueva una reestatización de áreas clave, sea con énfasis productivista o proteccionista

    11. En su ausencia, el abuelo Jairo me acompañaba, haciendo todo lo que estaba a su alcance para llenar ese vacío


    12. entretiene con un cuchillito y un tarugo demadera en llenar el suelo de virutas, no es


    13. accionen, elestrecho cuadro dramático se ensancha hasta llenar la inmensidad y


    14. bajase del Cielopara llenar el vacío de su triste existencia, y


    15. ¡Afortunado mortal! Desde entonces, su nombre pareció llenar lahabitación, y las dos mujeres


    16. llenar, compuso el plan del lúgubre poema de sudesgracia


    17. Esto decía cuando una vieja que acababa de llenar la escudilla,


    18. embarcaciones, y para llenar la vasijeria de la bodega


    19. que va a llenar la vejez del poeta


    20. Albuquerque podrán obstruir, y nuncapodrán los establecimientos, tierra adentro, llenar las

    21. castañuelas, la«Crotalogía» es imprescindible y viene a llenar esta evidentedeficiencia


    22. sorpresas, y los puestos de significación política que aúnfaltan por llenar


    23. llenar tal cual imposicion, esparcieron lavoz de que los misioneros, so pretesto de enseñarles las doctrinas


    24. Tomó uno de ellos,y al ir a llenar los claros del impreso,


    25. algunas generaciones llenar las aguas de unamasa sólida de carne


    26. Ella seafana para llenar el vacío que han dejado las


    27. necesaria para llenar bien losdeberes de madre


    28. En el paisaje no había más que luz, pero la luzbastaba para llenar de


    29. El gobierno de las mujeres lo regaló á lasprovincias de poca importancia, con irónica generosidad, para quepudiesen llenar sus museos locales … En resumen, gentleman, que


    30. llenar los renglones, y he ahí unacomposición completa, llena de

    31. llenar todo un cuaderno del Diario de sesiones para que allá en su distrito se


    32. una vida que deben llenar la variedad y lasucesión de sensaciones tan vivas como


    33. verdaderaextension; y segun llevo manifestado, es la idea de la extension entoda su generalidad: fingir pues que lo inextenso ha de llenar elespacio, es exigir á la no extension que se convierta en extension


    34. Toda sensacion tiene un grado óintensidad por la cual puede llenar mas ó


    35. fijaban con amorosa delectación en Juanita la Larga, que aúnsolía venir a llenar su cántaro y a


    36. Alagigantarse para llenar el infinito, confundiéndose


    37. para llenar sus filas


    38. El sentimiento deprotección, la conciencia de los deberes que tenía que llenar hacia suhermana, le hacía no pensar en sí mismo


    39. De esta guisa, sabiamente aleccionada, comenzó a llenar Beatriz sumisión en la


    40. imaginaciónsupo llenar los vacíos que en las noticias de los libros

    41. la placidez de una buena digestión, aquella fe en eldestino que surgía en él al llenar el


    42. el díabajando y subiendo el cerro para llenar dos cubas en la fuente de lacarretera


    43. Acababa el cazadorde llenar


    44. llenar de rocas su base


    45. quienes acompañaba en su laboriosa gestaciónarmónica un plano de Erard, comenzaron a llenar


    46. y, cuandovino éste, le dijo lo que tenía que hacer para llenar el aljibe con elagua de la lluvia


    47. á llenar los grandes huecos abiertos por la muerte


    48. Para el amo en general, el negro es un compuesto monstruoso deestupidez, de cinismo, de hipocresía, de bajeza y de maldad; y el solomedio de hacerle llenar sin murmuración, reparo ni retraso la tarea quetiene a bien imponerle, es el de la fuerza, la violencia, el látigo


    49. mundo, habíaincubado esta pasión que iba a llenar el resto


    50. Pocas generacionesbastaban para llenar el Océano, hacerlo














































    1. Las partes ymiembros que en ella cubren las ropas aparecen acusados por los plieguesde los paños; bajo la camisa y el refajo se adivinan formas llenas ygallardas, duras y redondas, creadoras de un tipo que pudiera ser modelode una estatua erigida a la juventud o la hermosura


    2. No son menos graves los obstáculos, con que tropieza el que escribe lahistoria del teatro español, cuando intenta investigar los progresos deldrama profano bajo los inmediatos sucesores de Lope de Rueda; laliteratura dramática de este período, cuyos monumentos pudiera estudiar,ha desaparecido casi por completo, y las escasas noticias, que acerca deella se conservan, únicos datos que existen, están llenas de singularescontradicciones


    3. Las calles estaban llenas de vida, parques llenos de jóvenes que se sintieron libres, sólo porque tenían una flor dibujada en la mejilla


    4. Las calles están llenas, se puede caminar en una silla de ruedas con un motor eléctrico suspendido en el aire por un campo antigravedad


    5. Las estribaciones estaban llenas de cuevas


    6. Las Córtes de Aragon llenas de una devocion santa aunpretendieron mas, y fué que se suplicase á S


    7. Lo másdelicado va encima; y son dos cestas llenas de jarrones y figurillas deescayola sobredorada


    8. Violentan las leyes y las cárceles están llenas de gente pobre, mientras ellos se roban millones de dólares y se van tranquilamente y ni los siguen, ni los buscan…” (persona entrevistada, en Renzi y Kruijt, 1997:125)


    9. Me maravillo cuando veo las habitaciones de los niños llenas de centenares de juguetes y cuando veo como se atracan de comida con la complicidad de las madres


    10. siempre descubierta, con pelos agudos comoclavos y las orejas llenas de sabañones en todo

    11. estaban llenas de podre


    12. siniestrode esas estaciones, solitarias en un paísperdido, llenas de heridos


    13. Estas canticas están llenas de sentimiento y candor


    14. que por las mañanas aparecieron las calles deSevilla llenas de perros de todas castas


    15. las piernas llenas de cascabeles y llevando en la mano un gran sablede madera, ejecutan delante de la


    16. cubren la provincia seevaporan dejando superficies inmensas llenas de pantanos y de


    17. espaldasdesnudas dándose recios azotes con unas correas de cuero llenas denudos: segun las


    18. sus pueblos, con cartas llenas de quejas y amenazas


    19. caballo, llegó corriendo á los españoles, que estaban emboscados detras de las cabeceras llenas de


    20. orín y llenas de moho, luengos siglos había queestaban puestas y olvidadas en un rincón

    21. sus altibajos, especialmente las que tratan de caballerías,las cuales nunca pueden estar llenas de


    22. sedescubrieron llenas de flámulas y gallardetes, que tremolaban al viento ybesaban y barrían el


    23. llenas de hilos que lasescurecen, y no se veen con la lisura y tez de la haz; y el traducir delenguas


    24. un distrito, repartiendo a manos llenas losempleos; y cerca del Gobierno, a más de su talento y


    25. llenas la historiay la tradición


    26. manos de protestantes, ó escépticos; así esque se las encuentra llenas de errores y equivocacionesen lo


    27. me llena elalma entera, con esa cara pícara, de mejillas llenas y


    28. bien cuidado,subió las escalerillas, llenas de macetas, que


    29. lector, exorcistay acólito le parecieron llenas de encanto, por la


    30. el dinero ámanos llenas entre los que se llamaban sus

    31. muy bien con lasnotas de contralto, llenas y graves, de


    32. llenas, y hasta algunas veces les da la discreción yel talento


    33. llenas que de su garganta se escapaban cuandoreía, contrastaban un poco con la


    34. menos llenas de afectación y deamaneramiento, con la pícara circunstancia de


    35. botas estaban llenas debarro y gastadas por las caminatas, y comprendí, por la manera


    36. ciertas interjecciones indispensables para el colorido,ni podrían pasar muchas comparaciones, llenas, por


    37. recientes, estaban llenas desordas acusaciones


    38. Al cabo de un mes, las hojas de publicidad estaban llenas del


    39. Renobose el combate, y en las mujeres creció élánimo con el peligro, llenas de sangre y heridas tan asistentes en suspostas, que algunas de ellas con cinco heridas en el rostro no


    40. Los amigos yallegados de cada cual de ellos, con palabras descompuestas y llenas

    41. en vacías y en llenas, y que la ausencia deltalento y del juicio se refiera a la primera


    42. Además los espacios, ora están vacíos ora llenos; luego habrá en laesencia de Dios partes ora vacías ora llenas y por consiguiente sujetasá un cambio perpetuo


    43. expresiones pintorescas llenas de gracia y encanto, cosas todas que brillaban por su ausencia en


    44. visten con elegancia, hablan con discreción, ingenuas, llenas de gracia, de pudor y con aquella


    45. malezas llenas de gracia en medio de suabandono un tanto


    46. pronto en consideracionesque juzgó llenas de perspicacia


    47. de ciertas poblaciones llenas de hombres con losbrazos cruzados


    48. Y con el corazón enternecido, llenas de buen deseo,proponían medios para aliviar a


    49. ¡Ah! ¿Dónde estaban aquellas peroraciones internas, llenas de vida, devehemencia, persuasivas como una


    50. adorables entonces y esperabancon las manos llenas de flores y coronas el desfile de













































    1. Él hotel, estaba lleno de muchas personas, todos hacían fila en el primer piso, para pedir las llevas de la habitación de los pisos superiores, para poder visitar sus familiares


    2. Por esos días un especialista cubano en la ciudad de Caracas, lleno mi cuerpo de electrodos y cables, desde la cabeza, el corazón, y las extremidades


    3. El hotel, estaba lleno de muchas personas, todos hacían fila en el primer piso, para pedir las llevas de la habitación de los pisos superiores, para poder-visitar-sus-familiares


    4. Por último, ve el poeta ante sí á estos señores, yade vuelta; acompaña en su alegría á las princesas, y acaba con unepílogo en su nombre, que es de lo mejor de aquel tiempo, y lleno debellezas verdaderamente poéticas, no obstante adolecer de los defectosgenerales de la poesía erudita de su tiempo


    5. Asesina delirante á sunueva esposa, grita como un endemoniado, recita un monólogo de 350versos, lleno de extrañas hipérboles y de incomparable ampulosidad;ahoga á Flaminia, y cae en tierra muerto


    6. Teques: Estar hasta los ~: Estar harto de una situación, estar lleno, estar hasta las banderas


    7. Y ello únicamente para entrar de lleno, con renovada


    8. cuerda de arco y daba de lleno en esa habitación, recubriéndola de una pátina de oro,


    9. sosteniendo cada uno un vaso alto lleno de cubitos y un líquido amarillento; ante ellos, sobre


    10. ilustrado con tal descubrimiento, me dio de lleno en el pecho el rebote de la hilaridad y

    11. Fui a una agencia de viajes donde, entre todos los folletos, algunos de los cuales sugirieron lugares realmente hermosos y fascinantes, pero lleno de millonarios, que por desgracia en hatos te afile caninos entonces en sus ciudades natales morder sus subordinados y empleados, me interesaba precisamente qué, maltratado por todos los presentes, publicitado el encanto de ciudades como Argel y Trípoli y cerca del Sahara del desierto


    12. "Feo esponjoso!"-grita babeando-"tienes que pagar me este jeep!" Y así mis bolsillos, hasta un momento lleno de dinero, están ahora desde su casa a las moscas y polvo


    13. Y cuántas decepciones tomé por este motivo! Era hermosa y atractiva por ejemplo una chica que hace tiempo me detuvo en un club nocturno: hermoso, atractivo y lleno de encanto


    14. Ahora el rastreo y lleno de aflicciones vienen en el más elegante de la ciudad: Manhattan


    15. Al llegar a la puerta, la reina después de abierta, presenté en una pequeña habitación donde un frasco lleno de un líquido extraño y una luminaria tubular delgada son los únicos muebles


    16. Recuerdo ahora que he leído aquí que sus fibras musculares se han transformado por la madre naturaleza, en hojas superpuestas para formar prismas, estas hojas se alternan con capas de tejido conectivo y cada plato está lleno de terminaciones nerviosas que emocionantes, como una pila de Volta, determinan una carga eléctrica negativa en un lado y el otro positivo


    17. un día cualquiera lleno de aburrimiento, y encuentro una navaja,


    18. yo me sentía lleno de satisfacción, por las nuevas experiencias


    19. El coche estaba lleno


    20. “Aún es un edificio lleno de huecos parcelados

    21. un edificio lleno de habitaciones


    22. lleno de rabia, la golpeo en el rostro, el


    23. cuerpo lleno de pasión se posa en sus


    24. es entrar de lleno en la esfera de la conyugalidad, alianza que como


    25. «Su nombre está escrito del pueblo en el seno, De sus altas glorias el mundo está lleno,


    26. El momento fue agridulce, pero mi corazón estaba lleno de amor y felicidad


    27. Y además yo creo que, solo con tener la conciencia limpia y el corazón lleno de generosidad, podemos estar con la cabeza muy bien alta delante de cualquier dios del mundo


    28. Fortunata sigue ypasa junto a la taberna en cuya puerta está la gran parrilla de asarchuletas, y debajo el enorme hogar lleno de fuego


    29. La marquesa se dio por entendida conun movimiento de cabeza dirigido a la mujer, tan lleno de donaire comode mala intención, y dijo, volviéndose hacia don Santiago, que estaba enascuas con las genialidades de aquélla:


    30. ¿Qué significa unahecatombe de veinte mil desgraciados? ¡Veinte mil miserias menos,y millones de miserables salvados en su orígen! No vacila elmás tímido gobernante en dictar una ley que ha deproducir la miseria y la lenta agonía de miles y miles desúbditos, prósperos, trabajadores, felices tal vez, parasatisfacer un capricho, una ocurrencia, el orgullo, ¿y usted seestremece porque en una noche han determinar para siempre las torturas morales de muchos ilotas, porque unpueblo paralitico y viciado ha de morir para dar paso á otronuevo, joven, activo, lleno de energía? ¿Qué es lamuerte? ¡La nada ó un sueño! ¿Seránsus pesadillas comparables á la realidad de torturas de toda unamiserable generacion? ¡Importa destruir lo malo, matar al dragonpara bañar en su sangre al pueblo nuevo y hacerle robustoé invulnerable! ¿Qué otra cosa es la inexorableley de la naturaleza, ley de lucha en que el débil tiene quesucumbir para que no se perpetúe la viciada especie y lacreacion camine al retroceso? ¡Fuera, pues, femenilespreocupaciones! ¡Cúmplanse las leyes eternas,ayudémoslas y pues que la tierra es tanto más fecundacuanto más se abona con sangre, y los tronos más seguroscuanto más cimentados en crímenes y cadáveres, nohaya vacilacion, no haya duda! ¿Qué es el dolor de lamuerte? La sensacion de un momento, acaso confuso, acaso agradable comoel tránsito de la vigilia al sueño

    31. lectura, espero que quien lee esto siga lleno y llena de ideas e insinuaciones, de


    32. cuando el mundo está lleno de luz y el día se encuentra rebosante de sol


    33. En la expedición de Mendaña «la ración que se daba era media libra deharina de que sin cernir hacían unas tortillas amasadas con agua del mary asadas en las brasas, con medio cuartillo de agua lleno de podridascucarachas


    34. aun en la misma Roma, estaba corrompido y viciado yhasta lleno de descreimiento:


    35. y lleno de motivos de agradecimiento y deaplauso a la previsión,


    36. ni las de Codillo estuvieran en el lleno desus papeles, como


    37. unálbum-cartera lleno de apuntes hechos por él en el campo y en


    38. lleno derespuestas de esta, clase, con unos ejemplos y unas


    39. un lleno después de comer, y quizá algúndisgusto entre los


    40. está en el ejido, volviendo deallí con el cántaro lleno, apoyado en la cadera, o con la

    41. terso, conciso, lapidario, epigráfico, y lleno de precisión deGoethe, llega, en esta


    42. Comoescribió para el pueblo, escribió inspirado y lleno


    43. Oculto tras de las cortinas, y con el corazón lleno de angustia,


    44. Si he establecido una sana relación con el SI’ entonces puedo tener confianza que en el momento en el cual entraré en contacto con mi odio, me podré aceptar y no tendré que matar porque estoy lleno de odio


    45. de suobservación, y entrando de lleno en mi objeto


    46. qué, conocía, entré de lleno enla exposición del objeto que me


    47. complacía en atacar al caído Imperio; Sarmiento ledefendía acalorado y lleno de brío


    48. dedillo), y lleno de los milprimores y maravillas de la jerga jurídica


    49. Herrera lleno de alegría;tú y Linilla


    50. Lleno de furor eljefe español mandó pasar á cuchillo,











































    1. Estirábamos las piernas, llenábamos los pulmones, digeríamos un banquete que no habíamos comido


    1. Me llené, pues, de resolución, y empecé á


    2. Y sin embargo, en tan poco tiempo y en un espacio tan limitado, llené mi sombrero con veinticinco especies diferentes de hongos


    3. Le dije que Alba es mi única nieta, que me he ido quedando solo en este mundo, que se me ha achicado el cuerpo y el alma, tal como Férula dijo al maldecirme, y lo único que me falta es morir como un perro, que esa nieta de pelo verde es lo último que me queda, el único ser que realmente me importa, que por desgracia salió idealista, un mal de familia, es una de esas personas destinadas a meterse en problemas y hacer sufrir a los que estamos cerca, le dio por andar asilando fugitivos en las embajadas, lo hacía sin pensar, estoy seguro, sin darse cuenta que el país está en guerra, guerra contra el comunismo internacional o contra el pueblo, ya no se sabe, pero guerra al fin, y que esas cosas están penadas por la ley, pero Alba anda siempre en la luna y no se da cuenta del peligro, no lo hace por maldad, todo lo contrario, lo hace porque tiene el corazón desenfrenado, igual como lo tiene su abuela, que todavía anda socorriendo pobres a mis espaldas en los cuartos abandonados de la casa, mi Clara clarividente, y cualquier tipo que llegue donde Alba contando el cuento de que lo persiguen, consigue que ella arriesgue el pellejo para ayudarlo, aunque sea un perfecto desconocido, yo se lo dije, se lo advertí muchas veces que podían ponerle una trampa y un día iba a resultar que el supuesto marxista era un agente de la policía política, pero ella no me hizo caso, nunca me ha hecho caso en su vida, es más testaruda que yo, pero aunque así sea, asilar a un pobre diablo de vez en cuando no es una fechoría, no es algo tan grave que merezca que la lleven detenida, sin considerar que es mi nieta, nieta de un senador de la República, miembro distinguido del Partido Conservador, no pueden hacer eso con alguien de mi propia casa, porque entonces qué diablos queda para los demás, si la gente como uno cae presa, quiere decir que nadie está a salvo, que no han valido de nada más de veinte años en el Congreso y tener todas las relaciones que tengo, yo conozco a todo el mundo en este país, por lo menos a toda la gente importante, incluso al general Hurtado, que es mi amigo personal, pero en este caso no me ha servido para nada, ni siquiera el cardenal me ha podido ayudar a ubicar a mi nieta, no es posible que ella desaparezca como por obra de magia, que se la lleven una noche y yo no vuelva a saber nada de ella, me he pasado un mes buscándola y la situación ya me está volviendo loco, éstas son las cosas que desprestigian a la Junta Militar en el extranjero y dan pie para que las Naciones Unidas comiencen a joder con los derechos humanos, yo al principio no quería oír hablar de muertos, de torturados, de desaparecidos, pero ahora no puedo seguir pensando que son embustes de los comunistas, si hasta los propios gringos, que fueron los primeros en ayudar a los militares y mandaron sus pilotos de guerra para bombardear el Palacio de los Presidentes, ahora están escandalizados por la matanza, y no es que esté en contra de la represión, comprendo que al principio es necesario tener firmeza para imponer el orden, pero se les pasó la mano, están exagerando las cosas y con el cuento de la seguridad interna y que hay que eliminar a los enemigos ideológicos, están acabando con todo el mundo, nadie puede estar de acuerdo con eso, ni yo mismo, que fui el primero en tirar plumas de gallinas a los cadetes y en propiciar el Golpe, antes que los demás tuvieran la idea en la cabeza, fui el primero en aplaudirlo, estuve presente en el Te Deum de la catedral, y por lo mismo no puedo aceptar que estén ocurriendo estas cosas en mi patria, que desaparezca la gente, que saquen a mi nieta de la casa a viva fuerza y yo no pueda impedirlo, nunca habían pasado cosas así aquí, por eso, justamente por eso, es que he tenido que venir a hablar con usted, Tránsito, nunca me imaginé hace cincuenta años, cuando usted era una muchachita raquítica en el Farolito Rojo, que algún día tendría que venir a suplicarle de rodillas que me haga este favor, que me ayude a encontrar a mi nieta, me atrevo a pedírselo porque sé que tiene buenas relaciones con el gobierno, me han hablado de usted, estoy seguro que nadie conoce mejor a las personas importantes en las Fuerzas Armadas, sé que usted les organiza sus fiestas y puede llegar donde yo no tendría acceso jamás, por eso le pido que haga algo por mi nieta, antes que sea demasiado tarde, porque llevo semanas sin dormir, he recorrido todas las oficinas, todos los ministerios, todos los viejos amigos, sin que nadie pueda ayudarme, ya no me quieren recibir, me obligan a hacer antesala durante horas, a mí, que les he hecho tantos favores a esa misma gente, por favor, Tránsito, pídamelo que quiera, todavía soy un hombre rico, a pesar de que en los tiempos del comunismo las cosas se pusieron difíciles para mí, me expropiaron la tierra, sin duda se enteró, lo debe haber visto en la televisión y en los periódicos, fue un escándalo, esos campesinos ignorantes se comieron mis toros reproductores y pusieron mis yeguas de carrera a tirar del arado y en menos de un año Las Tres Marías estaba en ruinas, pero ahora yo llené el fundo de tractores y estoy levantándolo de nuevo, tal como lo hice una vez antes, cuando era joven, igual lo estoy haciendo ahora que estoy viejo, pero no acabado, mientras esos infelices que tenían título de propiedad de mi propiedad, la mía, andan muriéndose de hambre, como una cuerda de pelagatos, buscando algún miserable trabajito para subsistir, pobre gente, ellos no tuvieron la culpa, se dejaron engañar por la maldita reforma agraria, en el fondo los he perdonado y me gustaría que volvieran a Las Tres Marías, incluso he puesto avisos en los periódicos para llamarlos, algún día volverán y no me quedará más remedio que tenderles una mano, son como niños, bueno, pero no es de eso que vine a hablarle, Tránsito, no quiero quitarle su tiempo, lo importante es que tengo buena situación y mis negocios van viento en popa, así es que puedo darle lo que me pida, cualquier cosa, con tal que encuentre a mi nieta Alba antes que un demente me siga mandando más dedos cortados o empiece a mandarme orejas y acabe volviéndome loco o matándome de un infarto, discúlpeme que me ponga así, me tiemblan las manos, estoy muy nervioso, no puedo explicar lo que pasó, un paquete por correo y adentro sólo tres dedos humanos, amputados limpiamente, una broma macabra que me trae recuerdos, pero esos recuerdos nada tienen que ver con Alba, mi nieta ni siquiera había nacido entonces, sin duda yo tengo muchos enemigos, todos los políticos tenemos enemigos, no sería raro que hubiera un anormal dispuesto a fregarme enviándome dedos por correo justamente en el momento en que estoy desesperado por la detención de Alba, para ponerme ideas atroces en la cabeza, que si no fuera porque estoy en el límite de mis fuerzas, después de haber agotado todos los recursos, no hubiera venido a molestarla a usted, por favor, Tránsito, en nombre de nuestra vieja amistad, apiádese de mí, soy un pobre viejo destrozado, apiádese y busque a mi nieta Alba antes que me la terminen de mandar en pedacitos por correo, sollocé


    4. Baggs no pareció notar la diferencia cuando traje el vaso y lo llené de brandy


    5. Comprendí lo que esto quería decir, y llené el vaso una segunda vez


    6. Pero lo llené de palabras sobre constituciones y libros de reglas y formularios de membresía


    7. Pero al fin se me ocurrió una idea: descolgué las malditas persianas, las eché en la bañera y luego la llené de agua caliente y jabón de lavar la ropa


    8. Di con una en el cuarto de la lavadora, la llené y empecé a atender las plantas porque no había razón para dejarlas morir


    9. Cogí una taza para mí, la llené y le añadí una ración extra de azúcar para disimular el sabor


    10. Llené los pulmones y expulsé el aire en un prolongado silbido

    11. Yo llené el tiempo hablando de Hera y los cachorros


    12. Llené los pulmones de aire y me fijé en el tribunal; parecían decirme con los ojos: «¿Qué


    13. Llené las horas muertas en la cama, en el banco rojo de un parque cercano y en la cocina


    14. Ella era pura y feliz, yo [217] turbé la paz de su corazón, arrastrándola a la ignominia; yo la arranqué de aquel cielo hermosísimo en que vivía su alma y la precipité en las tinieblas; yo ahuyenté de su lado a los ángeles que velaban con misteriosa atención su persona, y llené su corazón de culebras


    15. Llené mi vaso con más vino del que nos había dejado Ishbel y empecé a hablarle de los mapas


    16. Llené el jarro de agua y lo puse en la bandeja


    17. Pero la tercera vez que llené mis pulmones vi bajar la hoja vertiginosamente, un relámpago de acero dibujado en el aire


    18. Llené la habitación con los aparatos que compré con el dinero de mi padre; mi investigación se iba desarrollando con regularidad, con éxito, incluso acercándose a su fin


    19. Me llené los pulmones de aire y me sumergí en el mar de mi conciencia


    20. Llené la jarra de agua para las palomas y subí al desván

    21. Abrí con llave el cajón de mi despacho, el del centro de la derecha donde guardo mis armas y municiones, cogí un revólver, y llené el cargador


    22. Le llené la copa, hasta el borde


    23. También llené a rebosar la cantimplora de agua


    24. Los llené de agua y los puse en el refrigerador; lo coloqué a cuarenta grados absolutos y me fui a la cama


    25. Me llené los pulmones de aire y me zambullí en el agua


    26. En la cocina llené de agua el gran jarro de loza; Brett metió dentro de él las rosas y las puso en el centro de la mesa del comedor


    27. Llené la jeringa y dije lo que siempre decía en semejantes casos


    28. Me llené de satisfacción mientras pellizcaba un pliegue de piel escrotal


    29. Siguiendo una tradición ancestral, me bebí un cucharón de agua y llené un segundo cucharón para lavarme las manos y la cara


    30. Cuando me di cuenta de esto, ya siempre me gustaba ver a la señora de Elstir; su cuerpo se aligeró porque yo lo llené de una idea, la idea de que era una criatura inmaterial, un retrato de Elstir

    31. Mandé centenares de solicitudes, me presenté a innumerables avisos del periódico y llené una montaña de formularios, sin que nadie contestara, todo quedaba colgado en el aire esperando una respuesta que nunca llegaba


    32. Relajé ambos maxilares y llené los pulmones de aire


    33. Fui a la cocina, llené una taza de café recién hecho y se lo llevé


    34. Llené los pulmones de aire y las contracciones cesaron


    35. Yo misma llené las botellas con el bidón grande que nos manda una vez a la semana el almacén general del hospital


    36. Yo llené la botella del váter de abajo el día antes de que muriera la enfermera Pearce, de modo que debía estar casi llena


    37. Bajé, fui a por un cuchillo grande a la cocina, llené de leña menuda el leñero, cogí también la botella de coñac y un vaso y subí


    38. Descorché la botella, aspiré a fondo el aroma embriagador y, luego, llené dos vasos


    39. Yendo de un objeto a otro, y de ellos a las cuartillas vacías, que parecían también una mortaja en la que permanecía envuelto el cadáver de mi escritura, me llené de remordimientos, madre


    40. Un largo silencio, durante el cual cogí la botella de vodka y llené los dos vasitos

    41. Tomé uno, le llené otro a ella, y mientras lo bebía cubrí sus hombros y su cuello de besos


    42. Y en mi pasión me sentí profeta y me llené de piedad por el prójimo


    Weitere Beispiele zeigen

    llenar in English

    fill make full stuff pack cram fill out complete

    Synonyme für "llenar"

    atiborrar atestar abarrotar rellenar saturar rebosar ocupar ejercer ejercitar gustar complacer