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    Usa "sombrilla" in una frase

    sombrilla frasi di esempio

    sombrilla


    1. bajo la sombrilla y entierro los pies en la arena, pues son


    2. Bajo la sombrilla estamos solos ella y yo, pues


    3. guantes, abanico, sombrilla y tarjetero, y los traposmejores del


    4. abanico, la sombrilla, los pies y las asentaderas


    5. del tono del vestido,de los guantes y de la sombrilla; y por todo


    6. por otra, con la sombrilla alhombro y el libro o los avíos de


    7. impresa (la primera la publicó00h00, imprimiendo los ejemplares únicamente a petición del cliente),con una cubierta en 3D, un nuevo título "La malédiction du parasol"(La maldición de la sombrilla) y una maqueta de Olivier Lefèvre queintenta restituir el ritmo de la versión original


    8. sombrilla abierta, si en losmaizales


    9. pegando golpecitos con la sombrilla en las ramas de los árboles


    10. eso de las dos cogió el sombrero y la sombrilla y bajó

    11. cuando estrenase sombrero, sombrilla y cola larga


    12. impresa (la primera la publicó00h00, imprimiendo los ejemplares únicamente a petición del cliente),con una cubierta en 3D, un nuevo título – "La malédiction du parasol"(La maldición de la sombrilla) – y una maqueta de Olivier Lefèvre queintenta restituir el ritmo de la versión original


    13. Hace calor; todo el mundo está sentado al resguardo de alguna sombrilla o bajo un árbol en el jardín


    14. Hincó con impaciencia la punta de su blanca sombrilla entre las blancas piedras del pavimento, mientras murmuraba para sí:


    15. ¿Y la Sombrilla de Ceremonial?


    16. y yo le apreté la manga con fuerza creyendo que tal vez podríamos partir todavía y no podíamos, con qué dificultad se curvan las espaldas, con qué dificultad los brazos, con qué dificultad las piernas se mueven, en el sitio de la Estrada Militar no hay soldados marchando con un oficial y un tambor al frente, sino chabolas de negros y gitanos, de gitanos y de negros, sin una luz salvo la de los dientes y la de la baba de los perros tan enclenques como ellos, barracas con trozos de cartón, con tablas, con duelas de barricas, con maderas de andamios, mujeres descalzas calentando cazos en las piedras, niños con rostros como charcos, cieguitos, aun en septiembre un lodazal de lluvia, pobres de vosotras que habréis de entrar a la iglesia (y yo encerrada en el ataúd) y al empujar la antepuerta las llamas de los cirios se inclinarán trémulas hacia vuestro luto que dura lo que una misa y un entierro y habréis de mediros, indecisas, ¿A cuál de nosotras le tocará, Manuela?, ¿A cuál de nosotras le tocará, Luisa?, el cementerio lleno de maridos que no esperaron, que no esperan, ¿Oyes la tormenta?, no es que yo tenga miedo, tú sabes que no tengo miedo, de qué sirve tener miedo, pero habla conmigo, pero quédate ahí un rato, pero no cuelgues todavía, en Ericeira encendía la salamandra al atardecer, el viento en los pinos me aterraba, por la ventana de la sala la colina bajaba hacia las dunas y la arena brillaba, las olas me rompían los huesos en la muralla, mis sobrinos seguían en bicicleta hacia el agua que la bandera roja prohibía, había un café desierto, con grandes letras pálidas, en la cima del farallón, nadie frecuentaba aún la playa de Sao Lourenço, sólo habitada por raras gaviotas, ningún veraneante, ninguna sombrilla, ningún bañista, adolescentes lejos de sus padres saltando por las rocas, y ellas proyectando partidas de canasta, proyectando excursiones a Sicilia, a Yugoslavia, a Leningrado, a Egipto, ¿No te parece, Maria Antonia?, y yo que sí con la cabeza, imaginando un autobús de visitas que tejen por Europa, Sicilia claro, Yugoslavia claro, Leningrado claro, tiene un museo estupendo, Egipto, las pirámides, la Esfinge, y por qué no una excursión a Benfica, y por qué no una excursión a lo que fuimos, bodas, procesiones, bailes de carnaval, partidos de hockey, el lobo de Alsacia de mi padre, encerrado y soltando aullidos, en una jaula, y después de salir las visitas, con sus Sicilias y sus museos, mi sobrino, de espaldas a mí, observando el mercado nuevo, Si la tía no quiere ponerse en tratamiento de quimioterapia no se pondrá, no se preocupe, y yo a él ¿Cuánto tiempo, hijo mío?, y él, cambiando los cacharros de posición, No lo sé, y entonces lo vi sentado en la Quinta do Jacinto, bajo un nogal seco, él, que vivió en Londres, que trabajó en Londres, que tenía ocho canales de televisión y una criada española, ni de la existencia de la Quinta do Jacinto sabía, viviendas con dalias mustias en el otero de Alcántara, el borracho que irrumpía en la sala de costura asegurando Yo vuelo, la modista que lo amenazaba con la plancha y después, ya más calmada, La niña disculpe pero es por culpa de estas cosas y otras más que tengo el corazón hecho una pena, y mi sobrino, con la cartera en las rodillas, en espera de la noche para entrar en casa como yo espero el día para entrar en la muerte porque, no sabiendo gran cosa, sé que moriré de día, durante las primeras horas del día, con un vecino médico, llamado con tal urgencia que ni tiempo tuvo de peinarse, que me auscultó el corazón parado pensando que lo oía cuando lo que realmente oía era el cangilón del ascensor, y conmigo morirán los personajes de este libro al que llamarán novela, que en mi cabeza, poblada de un pavor del que no hablo, tengo escrito y que, según el orden natural de las cosas, alguien, un año cualquiera, repetirá por mí del mismo modo que Benfica se ha de repetir en estas calles y fincas sin destino, y yo, sin arrugas ni canas, cogeré la manguera y regaré, por la tarde, mi jardín, y la palmera de Correios crecerá de nuevo antes que la casa de mis padres y que el molino de zinc pidiendo viento, y mi hermana, viuda también y sin el pecho izquierdo, amputada del pecho por un cáncer, un cáncer como el mío, un cáncer, un cáncer, No es que yo tenga miedo a las tormentas, hay pararrayos por todas partes y además de qué sirve tener miedo, pero no cuelgues todavía,


    17. Llegó de improviso en un bote del puerto, con una sombrilla en la mano, acompañada por don Emilio y su hijo Miguel, que avisaron con el tiempo justo para dejar la balandra en estado de echarle un vistazo, aunque todavía con parte del equipamiento sin estibar y una de las dos anclas de diez quintales sobre cubierta, la botavara y el resto de la arboladura al pie del palo desnudo y una barcaza abarloada con lastre suplementario de hierro


    18. Ricardo Maraña bajó con los Sánchez Guinea, dispuesto a ofrecerles una copa de oporto en la camareta, y ella se quedó apoyada en el ángulo entre el espejo de popa y la regala, protegiéndose del sol con la sombrilla abierta mientras contemplaba a poca distancia, entre la reverberación de luz en el agua, la imponente mole fortificada de la Puerta de Tierra, las velas de grandes y pequeñas embarcaciones yendo y viniendo por todas partes


    19. Elizabeth obedeció, corrió a su cuarto a buscar su sombrilla y esperó abajo a su noble visitante


    20. Pero ¿y después? ¿Cuando lo has visto en los ojos del vecino de sombrilla en la playa, y del que te vende el coche, y del editor al que nunca habrías pensado en conocer, y de la actriz de series de televisión y -una vez, en el campo- del ministro, en persona? Hace vomitar, ¿no es cierto? Mejor aún, significa que estamos cerca del corazón de las cosas

    21. Caminó hacia donde estaban y miró bajo la sombrilla que los cubría


    22. Allá arriba, en el balcón, hacia el que todos, por distracción, seguían dirigiendo las miradas a pesar de que Delamarche ya lo había abandonado, levantóse ahora, bajo la sombrilla, realmente una mujer; era corpulenta y llevaba un vestido rojo, nada entallado; cogió los gemelos del antepecho del balcón y con su ayuda miró a las personas que estaban abajo y que sólo poco a poco apartaban de ella la mirada


    23. Procuró sonreír y se sintió más tranquilo cuando el portador de su sombrilla, que intentaba mantenerse a la par, tropezó y se cayó de bruces para gran diversión de los soldados


    24. –Claro que no lo harían; pero aquí, en China, estaban escudados por la sombrilla imperial de los demás


    25. Por encima del butacón destinado a los visitantes, una constelación de miniaturas de la familia: el padre de don Fabrizio, el príncipe Paolo, de tez morena y labios sensuales como los de un sarraceno, con el negro uniforme de la Corte cruzado por el cordón de San Genaro; la princesa Carolina, ya viuda, con sus rubios cabellos reunidos en un alto moño en forma de torre, y los severos ojos azules; la hermana del príncipe, la princesa de Falconeri, sentada en un banco del jardín, a su derecha la mancha amaranto de una pequeña sombrilla apoyada abierta en el suelo, y a su izquierda la mancha amarilla de un Tancredi de tres años que le entregaba flores del campo (don Fabrizio, a escondidas, se había metido en el bolsillo esta miniatura, mientras los alguaciles inventariaban los muebles de Villa Falconeri)


    26. Se sentaron a una mesa de madera bajo una enorme sombrilla y contemplaron el paso de los automóviles


    27. Su madre y su padre están ahí, felices debajo de una sombrilla


    28. La anciana lo atacó con la sombrilla de seda que siempre llevaba consigo


    29. La civilización había facilitado una sombrilla de cordura para que ambos sexos se refugiaran debajo de ella


    30. Cambié cheques de viaje por valor de cien dólares en el banco situado frente al puerto, compré en el quiosco un periódico de formato reducido en inglés, lo leí bajo la sombrilla del café

    31. o en cualquier otra silla de jardín bajo una sombrilla, en el patio, y necesitaba horas de persuasiones, amenazas y promesas para conseguir que me prestara por algunos segundos sus miembros tostados en el secreto de un cuarto por cinco dólares, antes de emprender cualquier diversión que prefiriera a mi humilde goce


    32. A Stephen nunca le ha molestado el calor, aunque fuera excesivo, pero no sé si a Martin le es fácil soportarlo, aunque suele llevar una sombrilla verde


    33. Robinsón querido, déjame tu gorro de piel de cabra, tus pantalones y tu sombrilla


    34. En esto, la anciana arrojó la sombrilla, y profiriendo un tremendo grito estrechó a Isabel en sus brazos, y acto seguido corrió hacia Lovel


    35. Tony se había puesto su gran pamela de paja y había abierto la sombrilla, pues hacía mucho calor a pesar de la suave brisa del mar


    36. De repente se mostraba en la amarilla arena de la Avenida la señora de Swann, tardía, despaciosa y lozana, como flor hermosísima que no se abre hasta la hora de mediodía, desplegando una toilette siempre nueva y por lo general color malva; en seguida izaba y abría, sustentada en un largo pedúnculo, y en el momento de su más completa irradiación, el pabellón de seda de una amplia sombrilla del mismo tono que aquellos pétalos que se deshojaban en su falda


    37. Sonreía, Contenta por lo hermoso del día, por el sol, que aún no molestaba, con el aspecto de seguridad y de calma del creador que cumplió su obra y ya no se preocupa por nada más, convencida de que su toilette – aunque los vulgares transeúntes no lo apreciaran - era la más elegante de todas; la llevaba para placer suyo y de sus amigos, con naturalidad, sin atención exagerada, pero tampoco con total descuido; y no se oponía a que los lacitos de su blusa y de su falda flotaran levemente por delante de ella, como criaturas de cuya presencia se daba cuenta y a las que dejaba entregarse a sus juegos indulgentemente, y según su propio ritmo, con tal de que la siguieran en su marcha; hasta en la sombrilla color malva, que muchas veces traía cerrada al llegar, posaba, como en un ramito de violetas de Parma, aquella su mirada dichosa y tan suave, que cuando ya no se fijaba en sus amigos, sino en un objeto inanimado, aún parecía que estaba sonriendo


    38. A lo cual contribuía mi persuasión de que gracias a la liturgia y a los ritos en que tan versada estaba la señora de Swann existía entre su toilette y la estación del año y la hora del día un lazo necesario y único, de suerte que las florecillas de su rígido sombrero de paja y los lacitos de su traje se me antojaban aún más natural producto del mes de mayo que las flores de bosques y jardines; y para sentir la nueva inquietud de la primavera bastábame con alzar la vista hasta la estirada tela de su abierta sombrilla, que era un cielo cóncavo, clemente, móvil y azulado, un cielo más cercano que el otro


    39. Y a cada momento saludaban a la señora de Swann, inconfundible en aquel fondo de líquida transparencia y de luminoso barniz de sombra que sobre ella derramaba su sombrilla, jinetes rezagados en aquella avanzada hora, que pasaban, como en el cinematógrafo, al galope por la `Avenida, inundada en sol claro; señoritos de círculo, cuyos nombres, célebres para el público – Antonio de Castellane, Adalberto de Montmorency–, eran para Odette familiares nombres de amigos


    40. Y como la duración media de la vida –la longevidad relativa– es mucho mayor en lo que se refiere a los recuerdos de sensaciones poéticas que en lo relativo a’ las penas del corazón, sucede que hace ya mucho tiempo se desvanecieron los sufrimientos que me hizo pasar Gilberta; pero, en cambio, los sobrevive el placer que siento cada vez que quiero leer en una especie de reloj de sol los minutos que median entre las doce y cuarto y la una en las mañanas de mayo y me veo hablando con la señora de Swann al amparo de su sombrilla, como bajo el reflejo de un cenador de glicinas

    41. –Ahí tiene usted, esta pequeña ha comprendido cómo eran el sombrero y la sombrilla que digo –me indicó Elstir, señalando a Albertina, en cuyos ojos brillaba la codicia


    42. Me decía yo que la mujer a quien veía desde lejos andar, abrir la sombrilla, cruzar la calle, era, a juicio de los entendidos, la artista actual más grande en el arte de realizar esos movimientos y hacer de ellos una cosa deliciosa


    43. Con expresión sonriente, desdeñosa y vaga, sin dejar de hacer un mohín con sus labios apretados, con la punta de su sombrilla, como con la extrema antena de su vida misteriosa, dibujaba redondeles en la alfombra; luego, con esa atención indiferente que empieza por quitar todo punto de contacto con lo que considera uno mismo, su mirada se posaba sucesivamente en cada uno de nosotros; después inspeccionaba los canapés y las butacas, pero suavizándose entonces con la simpatía humana que despierta la presencia, por insignificante que sea, de una cosa que se conoce, de una cosa que es casi una persona; aquellos muebles no eran como nosotros, pertenecían vagamente a su mismo mundo, estaban ligados a la vida de su tía; después, del mueble de Beauvais la mirada volvía a la persona que en él estaba sentada, y entonces recobraba la misma expresión de perspicacia y de la misma desaprobación que el respeto de la señora de Guermantes a su tía le hubiera impedido expresar, pero que, al fin y al cabo, hubiera sentido de haber advertido en las butacas, en lugar de nuestra presencia, la de una mancha de grasa o de una capa de polvo


    44. A la princesa de Epinay, que recibía en su espacioso salón de la planta baja, le palpitaba un poco más aprisa el corazón cuando distinguía desde lejos, cual los primeros resplandores de un inofensivo incendio o las “señales” de una invasión que no se espera, cruzando lentamente el patio, con paso obligado, a la duquesa, tocada con un sombrero arrebatador e inclinando una sombrilla de que llovía una fragancia estival


    45. La señora de Cambremer tenía en la mano, junto con el mango de su sombrilla, varias bolsas bordadas, un cofrecito, un bolso de oro del que colgaban hilos de granates y un pañuelo de puntillas


    46. No me lo había preguntado porque no era el tipo de persona que te hace esa pregunta, y seguramente porque prefería no saberlo, pero si nos había visto a James y a mí tumbados en la playa, y luego bajo la sombrilla del chiringuito, y más tarde pasar por delante de casa camino del pueblo, del que yo había regresado varias horas más tarde, había que admitir que tenía razones para estar celoso y yo, que no había podido evitar escuchar, mirar y seguir a James hasta la habitación de un hotel, lo comprendía, lo justificaba y sentía cierta compasión hacia él


    47. En el paragüero de al lado, vio una elegante sombrilla de papel


    48. A la derecha se encuentra el hígado con forma de sombrilla; y, en el abdomen izquierdo, bordeado por el diafragma, está el bazo


    49. La habían equipado con una rejilla para cocinar carne, polisillas y una polimesa impermeable, y una enorme sombrilla


    50. En el momento en que los caballos se detuvieron, un lacayo de mirada inquieta, uniformado de riguroso negro, abrió la puerta del vehículo, sosteniendo una amplia sombrilla de tela impermeable





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    sombrilla in English

    sunshade parasol

    Sinonimi per "sombrilla"

    paraguas parasol pantalla guardasol